No pudo
seguir adelante sin ella y se sentó en mitad de aquel mar de arena. Miró a
todos lados y solo veía el mismo horizonte. Un lago de olas invisibles que lo
acechaban en la lejanía. Ella descansaba en sus brazos, ahora vacía como una
cáscara de huevo. Sus labios querían rozarla una vez más. Se la acercó, pero de
aquella cantimplora no salió ni una gota más de agua.
Muy buen relato, hasta el final no se sabe que es una alegoría a una cantimplora vacía. Un abrazo
ResponderEliminarPues me alegro, esa era mi intención.
EliminarUn besillo.
Es buenísimo, María. Cuando lo estás leyendo no puede ser más que una mujer moribunda o muerta y cuando terminas, no podría ser otra cosa que una cantimplora. Genial.
ResponderEliminarUn beso.
Muchas gracias. Me encanta jugar al despiste. Me alegra haberlo conseguido.
EliminarUn besillo.
Yo había pensado que era eso, una mujer muerta y resulta que me he sorprendido encontrándome con que se trataba de una cantimplora, magnifico.
ResponderEliminarUn beso.
Me encanta despistaros, para qeu creáis una csa, que al final no es.
EliminarMuchas gracias.
Un besillo.
Uf, descorazonador micro, María.
ResponderEliminarSaludos salados.
Muchas gracias.
EliminarUn besillo.
Me ha encantado, nos has marcado un gol a todos con lo de la cantimplora! Besotes :)
ResponderEliminarPues esa es buena señal.
EliminarMe alegro de que te haya encantado.
Un besillo.
Un final sorprendente, María, ¡me has pillado! :))
ResponderEliminarSegún las circunstancias el beso que más nos apetezca puede ser, efectivamente, el de una cantimplora a rebosar de agua. Muy ingenioso.
Un beso de viernes.
Muchas gracias Julia. A veces me gusta pillaros y daros un final totalmente diferente.
EliminarUn besillo.