Lo vi
morirse en aquella cama de sábanas blancas. Yo estaba a su lado mientras cogía
el último soplo de aire que entraría en los pulmones. No estábamos solos. La
habitación estaba llena de familiares, mi tía con un rosario en la mano, su
hijo cogiéndole la mano, mis primos y mis hermanos secándose las lágrimas.
Salí de
allí entre la confusión de la despedida, intentando coger un poco de aire que
no estuviera viciado. La terraza de aquel hospital de lujo me esperaba con los
brazos abiertos, y yo me dejé acoger por aquel sol de invierno que bañaba ese
suelo de pizarra.
No
salió ni una sola lágrima de mi cuerpo. Estaba claro que estaba muerta por dentro
y los sentimientos no querían florecer en mi alma. Mi padre salió detrás de mí.
Me abrazó por los hombros y lloró sobre mi cabeza. Lo dejé hacer, lo consolé
sin decir nada. Él no me supo interpretar. Creía que estaba mal. Nada más lejos
de la realidad. La muerte de mi abuelo no me trajo ningún dolor nuevo. Él no
era nada para mí. Pero eso mi padre no lo sabía, ni él ni el resto de las
personas que lloraban su perdida en la habitación de al lado.
¿Era yo
la única que sabía la verdad de aquel hombre? ¿Yo era la única persona que veía
lo que había hecho a lo largo de su vida? ¿Es posible que no supiera perdonar?
El
velatorio se celebró en la intimidad, en la intimidad que un personaje público
pueda tener. Toda la familia, incluso la del pueblo, estuvo allí. Todos
llorando y hablando de todo lo que había hecho por ellos y por la ciudad.
Incluso el alcalde se dejó caer rodeado de la prensa del momento.
Se
deshacían en elogios y en palabras bonitas. Y yo moría de asco por dentro. Me
sentía mal y no podía aguantar tanta hipocresía. Pero allí estaba, rodeada de
todos ellos y asintiendo ante sus sentimientos. Callada ante lo que sabía, pero
muriéndome por ponerme en pie sobre la mesa y gritarle al mundo lo equivocados
que estaban.
No sé
si yo era la única que recordaba aquello, o que tras la muerte idealizamos y
perdonamos. Pero aquello me estaba ahogando.
En
cuanto acabó todo salí por la puerta para no mirar atrás nunca más. No le dedicaría
ni un pensamiento agradable, ni una palabra de afecto. Él no era la persona que
inventan, o por lo menos, eso no era todo.
Vaya, me has dejado con la intriga de qué hizo exactamente el abuelo, pero tal cual está de afectada la nieta me imagino lo peor.
ResponderEliminarA veces la hipocresía nos hace comportarnos como auténticos fariseos y además tenemos grabado eso de "no se puede hablar mal de los muertos", una expresión que nunca entendí, porque una mala persona aunque se muera no se borran sus malas acciones.
Estupendo relato, María. Me gustó.
Un abrazo.
Pienso como tú. Aunque haya muerto, es verdad que lo que hizo mal, sigue estando mal. Mueras o no.
EliminarLo que le hizo a la nieta o a cualquier otra persona, lo dejo a la imaginación del lector. Cada uno tendrá en mente una cosa distinta.
Un besillo.
Parece que forme parte de un ritual eso de lanzar alabanzas a un difunto aunque en vida haya sido la persona más vil del universo. Yo mismo he tenido que reprimir en alguna ocasión una sonrisa cínica al escuchar, por boca del sacerdote oficiante del funeral, honrosas calificaciones del difunto que nada tenían de real. Pero ya se sabe, una vez muertos, todos nos convertimos en santos.
ResponderEliminarUn beso.
Pues no debería ser así. Cuando una persona es mala, lo es a pesar de su muerte. Es verdad que nadie habla mal de los muertos (con excepciones como Hitler), pero esto debería cambiar, porque no pasa nada porque se diga la verdad.
EliminarUn besillo.
La verdad es que es muy doloroso tener que soportar tanta hipocresía frente a la muerte de alguien, no es justo, porque se queda tanto dolor dentro y no poder explotarlo, eso es mas doloroso que la propia muerte.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tú relato, eso si, me imagino que tuvo que ser muy muy gordo lo que su abuelo tuvo que hacer para que aquella imagen tan distinta a las que todos reflejaban fueran tan diferente. un beso. TERESA.
Es mejor decir las cosas en vida, porque detrás de una muerte todo se queda dentro y ya no lo puedes contar, por lo menos a esa persona.
EliminarUn besillo.
Debe de ser una sensación angustiosa la de guardar dentro un secreto tan oscuro y no poder hablar de él. La muerte de las personas y los convencionalismos sociales a veces nos ponen una mordaza en la boca. Y callamos. Y nos morimos un poco por dentro por tener que ser cómplices de la farsa.
ResponderEliminarMuy bueno, María. Creo que has tocado un tema muy interesante sobre el que habría mucho que hablar. ¡Me ha encantado!
Un beso grande.
Pues la verdad es que habría mucho de lo que hablar, pero bueno, supongo que hay distintas situaciones. Lo mejor es hablarlo en vida, que no nos quede nada que decir.
EliminarUn besillo.
Madre mía que angustia saber un secreto tan oscuro(yo me imagino lo peor) y tener que estar fingiendo, no ya por el muerto, quizás por no hacer sufrir a la familia con algo que ya no tiene remedio...
ResponderEliminarMe ha encantado.
Besos.
Pues si, no debe de ser fácil. Nunca se sabe dondde pueden estar los secretos más oscuros.
EliminarUn besillo.
Yo también estoy intrigada con las fechorías del abuelo, pero aparte de mi componente morboso y cotilla, creo que te ha quedado muy bien con ese enigma final que cada uno tendrá que completar por sí mismo.
ResponderEliminarMuy bueno, María.
Un beso.
Muchas gracias. Me encantan esos finales que ponéis vosotros, porque generalmente superan con creces el que podría poner yo. Así que mejor así.
EliminarUn besillo.
Has dibujado muy bien un velatorio donde la gente con su hipocresía da odas de bueno al difunto. Y no siempre es así. Todos los que mueren son los santos que quieren que sean. A Saber lo que hizo ese abuelo para que su nieta guarde ese rencor hacia él. Se queda con que cada uno podemos pensar y hacernos reflexionar sobre las personas si sabemos que han hecho algo en la vida mal. Un abrazo
ResponderEliminarTodos sabemos qeu no siempre actuamos correctamente. A mí me gustaría creer que si, pero es verdad qeu hay personas que no ven el daño que les hacen a otros.
EliminarUn besillo.