Pablo era un niño raro frente a sus amigos. Y no porque
le faltara una mano. Todos se habían acostumbrado a ese defecto congénito y
alertados por sus padres ninguno hacía referencia a esa extremidad invisible
que su hijo no intentaba ocultar.
Para los demás niños Pablo era extraño porque estaba
siempre rodeado de libros. A sus nueve años de edad lo único que de verdad le
interesaba era leer y escribir. Se pasaba los días rellenando hojas de sus
libretas gastadas que llevaba a todas partes en su mochila.
Sus ídolos no eran Messi ni Ronaldo, sino King, Tolkien,
Rowling o Gallego. No se conocía la alineación de los equipos de fútbol, pero
si el último premio Planeta o Cervantes.
Por eso nadie solía jugar con él, ya se habían cansado de
decirles a sus madres que por mucho que lo invitaran, él nunca quería.
Sus profesoras le habían prohibido llevarse las libretas
al patio con la esperanza de que se relacionara con los demás, pero Pablo
decidía escribir en el suelo con las tizas que le dejaban o las piedras que se
encontraba en el suelo. Al final optaron por devolvérselas.
La naturaleza había obligado a Pablo a usar la mano
izquierda, a pesar de ser diestro. Pero él ya estaba acostumbrado, y aunque
envidiaba a los demás niños que escribían a gran velocidad, él estaba feliz de
que por lo menos tenía una mano con la que garabatear.
Años atrás, Julio y Marta, los padres de Pablo, se habían
llevado un golpe al ver que a su bebé le faltaba una mano. No obstante, pronto
normalizaron la situación y para ellos nunca supuso un problema. Es más, alentaban
a su hijo a que escribiera y llenaban su habitación de libros de fantasía y
terror, que era lo que más le gustaba. Le compraban libretas y decoraban sus
portadas juntos.
Un día, Julio dio con un artículo en la red sobre las
nuevas máquinas 3d y de cómo con ellas se iban a poder hacer prótesis más
avanzadas para los humanos que tenían alguna discapacidad. Se hablaba hasta de
crear órganos vitales perfectamente funcionales. Empezó a pasar de un artículo
a otro, emocionándose con la idea de poder hacerle una mano a su pequeño Pablo.
Investigó durante semanas sin decirle nada a su mujer. A
veces se quedaba mirando donde tendría que estar la mano de su hijo con una
sonrisa boba. Hasta que despertaba de su ensoñación y comprobaba que nadie lo
miraba. Sabía que lo principal era el precio de esta nueva prótesis que saldría
enormemente cara. Ellos no tenían ese dinero, tendrían que pedir un préstamo.
Por casualidad, le llegó un artículo de un niño al que le
habían fabricado una mano a muy bajo coste. Estuvo investigando sobre la
empresa que lo había hecho y descubrió que era española. Su suerte iba en
aumento. Le contó a su mujer todo lo que había visto y leído y le habló de esa
empresa española. Decidieron contárselo a su hijo primero y que él decidiera.
Cuando Pablo recibió la noticia se quedó pensando. Se
miró dónde podría haber una mano y recordó a los niños escribiendo a toda
velocidad. Podría plasmar sus ideas sin necesidad de esperar. Por otro lado, a
él no le importaba no tener esa mano. ¿Se acostumbraría a ella? ¿Sabría usarla?
Su hermana pequeña le dio la respuesta.
—Si no te gusta te la puedes quitar y la guardas en el
cajón.
Aquello lo animó. Así que decidió que por lo menos la
probaría.
El día que cumplió los 10 años sus padres lo llevaron a examinar
su nueva mano. Se ajustaba con unos simples velcros que él mismo se podía
quitar. Al principio se sentía raro y le costaba usar una mano que en realidad
nunca había necesitado.
Le regalaron una máquina de escribir para que fuera
ejercitando los dedos nuevos, y con un poco de constancia y de muchas
frustraciones, al final Pablo se hizo con su nueva adquisición. A pesar de eso
le costaba usarla, pues la inercia lo llevaba a seguir usando su mano de toda
la vida.
Los demás niños se quedaron fascinados con la nueva mano
de su compañero y alguno llegó a pedirse una en la carta de Reyes de aquel año.
Pablo era feliz porque por fin podría escribir igual de rápido que los demás. Y
sus ideas no se perderían en el ir y venir de su izquierda.
A veces la guardaba en el cajón y entonces descubría a su
hermana cogiéndola a escondidas y jugando a un superhéroe de tres manos. Aquello
lo hacía reír. Ahora tenía una mano que no solo cumpliría sus sueños, sino los
de su hermana también.
Ay qué chulo.
ResponderEliminarY me ha recordado a un caso que ocurrió aquí, de unos niños que diseñaron una mano biónica para una compañera de clase.
He disfrutado mucho.
Besos y feliz semana.
Ohhh que buena idea. La verdad es que hay más de un caso en toda España. Es enriquecedor que se hagan cosas como estas.
EliminarUn besillo.
Lo importante de tener dos manos es que puedes tener unas veces mano derecha y otras mano izquierda...
ResponderEliminarRelato muy humano.
Besos.
Muchas gracias Francisco. La verdad es que es una situación difícil para un niño pequeño, pero la ayuda de los padres es fundamental.
EliminarUn besillo.
Un entrañable relato, María, lleno de humanidad y con un final donde las sonrisas se confunden con las lágrimas de felicidad.
ResponderEliminarOjalá se continúe investigando en este campo de la biónica médica, pues hace falta ayudar a mucha gente con problemas de reconstrucción de tejidos, órganos y miembros.
Un beso y feliz inicio de semana.
En España hacen falta investigadores, que se les tome en cuenta y se les ponga en el sitio que se merecen. Porque la vida podría mejorar mucho con ellos.
EliminarUn besillo.
Qué tierno, María, y qué aleccionador. La historia de Pablo nos enseña que el afán de superación puede paliar los déficits en muchas ocasiones y que la normalización es la mejor manera de hacer que una persona desarrolle sus capacidades sin frustración. Bien por Pablo y bien por sus padres :)) ¡Me ha encantado!
ResponderEliminarUn beso de lunes.
Pues si, la verdad es que normalizar una situación es lo mejor. Aunqeu supongo que a veces es duro.
EliminarUn besillo.
Qué relato tan tierno, María. Las desgracias lo son en la medida en que dejemos que ciertas características no muy frecuentes, se conviertan en tales. Aparte de las desgracias reales que también las hay.
ResponderEliminarUn beso.
La vida es como te la tomes, es verdad que cuánto más positiva mejor, aunque a veces no se pueda.
EliminarUn besillo.