La niña
se acercó a sus padres para contarle lo divertido que estaba siendo jugar en
aquel castillo tan enorme. Los padres la escucharon atentamente mientras su
madre se llevaba el último trozo del plato a la boca.
Les
encantaba aquel restaurante. Un sitio donde podían cenar tranquilos mientras su
pequeña jugaba con una monitora. Todos se divertían. Alguien derramó la copa y
mientras intentaban limpiar el destrozo. La pequeña anunció que se iba a jugar
de nuevo.
Los
padres le dieron la aprobación y cuando pagaron la cuenta fueron a por su hija.
No la encontraban entre tanto niño. El sitio estaba de moda. Preguntaron a la
monitora, que les dijo que pensaba que se había ido. Desde la última vez que había
ido a la mesa, no había vuelto al castillo.
Los
padres enseguida se pusieron a gritar su nombre, los demás clientes se unieron
a la búsqueda. Los niños que quedaban volvieron corriendo al lado de esos
brazos protectores. Nadie encontraba a la niña, ni en la cocina, ni en los
baños, ni en ninguna parte. Alguien llamó a la policía, que se personó en el
lugar antes de que salieran fuera a buscar.
Algunos
padres abrazaban a sus hijos con fuerza, mientras miraban por todas partes en
busca de la niña desparecida. Los padres gritaban su nombre a pleno pulmón,
mientras que la policía intentaba aclarar los hechos. Pronto llegaron más
policías al lugar, y todo el mundo sin excepción se puso a buscar a la pequeña.
Las
mesas se quedaron sin recoger, las cuentas sin pagar y los platos a medio
terminar. Todos estaban en busca de aquella niñita perdida. Algunos padres y madres
se fueron a sus casas para resguardar a los más pequeños, mientras los demás
seguían buscando.
Una
noche frenética, con luces de sirena, y linternas a media luz, gritos en mitad
de la noche con un solo nombre que desgarraban el alma de esos padres
desesperados.
La
culpabilidad se iba sembrando en sus corazones, sin darse cuenta, con cada
rincón vacío descubierto, con cada momento que pasaba. “No tenía que haberla
dejado sola” “Maldita copa de vino” “¿Qué más daba la mancha?” Ahora todo
carecía de sentido.
Amaneciendo
un nuevo día, el sol daba esperanzas de encontrar lo más querido. Era esa luz
lo que les renovaba los ánimos. Los padres no se habían separado de la mano, ya
agarrotadas, en toda la noche.
En un
rincón de la carretera un bulto junto a un árbol. La madre lo vio primero. La
madre la abrazó primero. La madre cogió aquel cuerpo inerte que ya no tenía el
calor que tanto le había reconfortado. Gritos rasgaron el amanecer carentes de
toda la esperanza que el sol les había regalado.
Madre de dios, María, me has dejado destrozado con el desenlace.
ResponderEliminarEstá tan bien escrito este relato que me ha atrapado al instante, me ha llenado de angustia y de esperanza, y tu decisión de darle tal final me ha provocado una sensación totalmente desgarradora.
¡Abrazo, Hermana de Letras!
Por desgracia ese final es más habitual de lo que queremos. Por un lado me alegro de haberte hecho sentir eso, siendo padre es difíacl ver estas situaciones, aún cuando son ficticias.
EliminarUn besillo Hermano de Letras.
Maria, un relato que desgarra nada más leerlo. Ayer desapareció una niña de tres años, mientra sus padres cenaban, los niños jugaban. Y como tu relato tuvo un mal final. Un abrazo
ResponderEliminarSi, en eso se inspiró mi relato. Es una pena que haya pasado esto, y que pase tan a menudo. Antes podíamos jugar en la calle con el único peligro de los coches que pasaban. Ahora difícil lo veo.
EliminarUn besillo.
Un duro y desgarrador relato que por desgracia tiene mucho que ver con la actualidad.
ResponderEliminarYo soy madre, y las veces que no he encontrado a mi hijo cuando era pequeño, porque no lo veía y que al final afortunadamente es que estaba jugando al escondite y no lo veía, me he puesto de los nervios, o sea que siento muchísimo tú relato y el dolor de esa familia que ahora a perdido a una niña de tres años, pobres padres, que horror.
Muy buen relato María. TERE.
Es una gran pena. La verdad es que ningún padre está preparad para ello. Y el problema es que a todos nos puede pasar. De ahí el miedo del relato.
EliminarUn besillo.
¿Y cuantas desapariciones de este tipo no tienen lugar cada día?
ResponderEliminarHace poco una niña desaparecida fue encontrada junto a unas vías de tren.
Triste relato, triste realidad.
Besos
Por esa niña es mi relato. Es una pena que esto suceda tan a menudo. Bueno en relaidad quiero decir, que suceda. Da igual cuantas veces, con una ya es suficiente. Una gran pena.
EliminarUn besillo.
Ayyyy qué duro, y es que estas cosas pasan en un segundo. Esta semana, en una granja escuela a la que mis hijos y sus primos fueron mil veces, en un segundo y delante de monitoras y familiares un niño apareció muerto en la piscina...es cuestión de segundos.
ResponderEliminarBesos.
Lo malo es que es cuestión d segundos. No se les puede perder de vista. La pena es que los padres no estamos exentos de que nos pasen esas cosas. En cuestión de segundos, cualquier cosa que nos despiste puede ser un fatal error.
EliminarUn besillo.
No puedo ni quiero imaginar una experiencia más terrible Maria. Un instante, un descuido que cambia tu vida o mejor dicho, la destroza para siempre.
ResponderEliminarUn relato lleno de angustia y de dolor donde nos haces acompañar a los padres en su búsqueda y quebrarnos juntos a la madre en su encuentro.
Besos.
Pues si, es inimaginable ese dolor y esa pérdida. La verdad es que poco se puede expresar con palabras lo que otros viven con tanto dolor.
EliminarUn besillo.