Me
senté en la orilla tomándome un minuto para disfrutar de aquella paz que me
daba el sonido de las olas. Aún no había amanecido, pero pronto lo haría. Miré
al horizonte y después a mis manos, los callos me las adornaban definiendo
todos los años de trabajo en la mar. Esa diosa que me atraía desde que apenas
era un enano y casi ni andaba.
Olí su
sabor, sentí la brisa que manaba de ella y me acariciaba en la cara a modo de
despedida. Cerré los ojos abrazando aquella sensación, mientras rozaba esa red
que tanto me había dado.
Una red
hecha con mis manos, nudo a nudo, cuerda a cuerda. Me levanté de la arena para
acercarme a mi barca, mi “Ramona”, la que me había acompañado todos esos años.
El nombre seguía brillando como el primer día en su madera. Yo me encargaba de
ello todos los años. La pintaba con cuidado, para que siempre se viera que Ramona
era mi fiel amiga.
En el
pueblo todos la conocían, no era la única, tenía alguna compañera que de vez en
cuando salían con nosotros a mar abierto. No eran muchas, pero si las
suficientes para un pequeño pueblo costero y sus alrededores. Ellas eran las
que nos daban de comer, y traían pescado al resto de casas de la zona.
Hoy
sería el último día que saldría conmigo, de hecho, sería la última vez que
vería el mar abierto. Ella como yo no viajaríamos más al son de las olas. Los
dos nos despedíamos al mismo tiempo de nuestra vida, de nuestro tiempo.
Subido
ya en ella, ambos navegando vimos el amanecer juntos, mientras los peces se
enredaban en mi red, y el agua nos mecía en un vaivén conocido. Sabía que lo
echaría de menos, que lo que había sido toda mi vida cambiaría a partir de
ahora.
Horas
más tarde y después de haber recogido todos los aparejos, me despedía de mi “Ramona”
con una hoguera en la playa. Muchos del pueblo vinieron a decirle adiós, todos
en silencio la miraban quemándose a la orilla de lo que había sido nuestro
amor.
Me
alejé con pasos cortos, la vida me pesaba. Pero antes, eché la red al fuego.
Ella la acompañaría. Yo sería feliz, pero tenía que abandonarlo todo si quería
conseguirlo. Una vida nueva, un momento eterno. No miré atrás a pesar de que oí
a alguien que me llamaba. Si lo hacía no podría seguir.
Es preciosa. Me he emocionado leyéndola, escribes muy bonito Maria.
ResponderEliminarUn saludo.
Me alegra haberte emocionado, eso me dan más ganas de seguir escribiendo.
EliminarUn besillo.
Me ha encantado María, aunque me ha partido un rayo al leer el nombre de la barca, jajaja. Pero el relato es muy descriptivo y emotivo, te conecta con el personaje. Un fuerte abrazo! ; )
ResponderEliminarAyyy pues no lo hice por ti, la verdad es que el nombre me salió solo. Hablamos demasiado, jajajaja.
EliminarUn besillo.
Un relato de una despedida a toda una vida de oficio. Quizás el pasado nunca se olvide. Precioso relato Maria. Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias. Es posible que el pasado no se olvide, pero se puede vivir de otra manera. El hombre al final se adapta a todo.
EliminarUn besillo.
Un relato precioso, María. Nos lleva a paisajes hermosos y nostálgicos, tanto física como emocionalmente. Debe ser duro dejar un oficio tan vocacional que te ha acompañado toda la vida...
ResponderEliminar¡Un beso de lunes!
La verdad es que si, debe de ser difícil, y más cuando es vocacional.
EliminarUn besillo.
Qué bonito María, me ha encantado.
ResponderEliminarBesos.
Muchas gracias guapa.
EliminarMe alegro de que te haya gustado.
Un besillo.
No me extraña que le guste tanto a Marigem cómo escribies. Precioso relato.
ResponderEliminarBesos.
Gracias, me halagas.
EliminarEspero haberte enganchado a mis letras.
Un besillo.