* Esta semana a los que estáis inscritos al blog os he pedido que me mandéis temas sobre los que queréis que escriba. Hoy le toca a +Marigem Saldelapuro espero que el resultado sea satisfactorio para ella y para todos.
El caos
era total, yo me movía por instinto de paciente en paciente, como un robot,
mientras la sangre se mezclaba con el barro que no podíamos eliminar, el vómito
y algún que otro fluido corporal que eliminaba el olor a hierro de la sangre.
Las
enfermeras y los médicos ya estábamos hechos a aquel mundo, alejado de la
realidad, nuestro espacio, nuestro momento, en el que las batallas, los buenos
y los malos, los ganadores y los vencidos pasaban a un segundo plano.
Ese era
nuestro espacio y nos movíamos por él movidos por una fuerza ajena a nosotros.
No vomitábamos ni temblábamos ante una herida de metralla, no temblábamos ante
una amputación y no girábamos la cara ante la putrefacción.
Llevaba
ya más de un día sin dormir, aunque en realidad no podía contar las horas
porque el tiempo se detenía, haciendo que la adrenalina nos hiciera aguantar despiertos
y atentos. No me sentaba, porque aquello me pararía, no dormía, sabía que en
cuanto lo hiciera no volvería a despertar en mucho tiempo. Y me necesitaban.
Me
llamaban, otro herido grave, yo era la enfermera más experta, y era la primera
a la que avisaban ante los enfermos de más gravedad. Me giré mientras me
limpiaba las manos en algún toalla que había cogido de no recuerdo que sitio.
Cuando levanté la mirada, mis manos se paralizaron.
Allí
estaba él, después de casi un año separados por esta maldita guerra, lo tenía
delante de mí con una herida en el pecho que sangraba demasiado. A pesar de eso
sonreía mientras me miraba.
Hacía
un año que no nos veíamos, las cartas eran escasas, y en todas me prometía que
vendría por mí, que haría que lo trasladaban donde yo estaba. Pero no a
cualquier precio, a ese no. Por favor, ahora no.
Lo
tumbaron en una camilla sorprendentemente vacía, y mis pies reaccionaron como
por resorte. Evité mirarle a la cara mientras lo examinaba. No quería
enfrentarme a lo que podría pasar. Nuestro reencuentro tenía que ser en la
orilla de un tren, a la vuelta de todo ese horror, cuando la sangre y los muertos
hubieran quedado atrás. Y no allí, entre la podredumbre de un hospital de
campaña. No con su pecho abierto, ni con su vida en mis manos.
Mientras
lo lavaba y buscaba vendas recordé nuestro último día juntos, una boda sencilla
en una capilla militar, una noche de amor perfecta, una despedida envuelta en
lágrimas. Nos enamoramos meses atrás, rodeados de militares, bailando en alguna
fiesta para oficiales. Y desde ese primer día, vinieron muchos más, hasta que a
mí me dieron este maldito destino.
Al
cogerme la mano me devolvió a la realidad.
—
Mírame. —Al no hacerle caso volvió a insistir—. Mírame.
Mis
ojos se encontraron con los suyos, y las lágrimas cayeron por mis mejillas sin
poder retenerlas.
— No
voy a morir.
Asentí sin creérmelo. Lo besé en los labios llenos
de polvo, tierra, sangre y saliva. Fue el mejor beso de toda mi vida.
Años
después me siento en mi butaca y miro la fotografía del día de nuestra boda,
aquella en la que aún éramos jóvenes e inocentes.
Una
mano se posa en mi hombro. Sonrío y cierro los ojos ante su contacto.
— Te
dije que te buscaría.
Ayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy me encanta!!!!!!!!!!!!! Me ha gustado un montón, es de lo más original porqu ela historia empieza en el reencuentro y aún así no sabes si acabará bien o mal.
ResponderEliminarMil gracias por escribirlo, de verdad que me gusta mucho.
Besos.
Me alegro de que te haya gustado. Nunca sé si llego a lo que me pedís. Cumplir tus expectativas me hace feliz.
EliminarUn besillo.
Muy bonito María, qué imaginación y sí estoy de acuerdo con Gema que al empezar en el reencuentro vas leyendo sin saber si acabará bien o mal y eso añade ese punto de interés que te mantiene atenta como lectora.
ResponderEliminarBesos
Quería empezar haciendo algo original y diferente. Me alegro haberos sorprendido por ello. Y haberos mantenido en vilo.
EliminarUn besillo.
¡¡Qué bonito, María!! Me ha gustado mucho porque es sencillo, no tiene giros sorprendentes ni final de infarto, pero es todo sentimiento y está muy bien escrito. Precioso.
ResponderEliminarUn beso.
A veces no es necesario dar giros a los relatos ni finales de infarto. Es suficiente con escribir.
EliminarUn besillo.
Hay intriga desde el inicio de relato. Describes una bella historia de amor, en el que el desenlace está en el aire, el lector espera un buen final, un final romántico, pero la cruda realidad se hace patente al término, con un sabor amargo, melancólico, de lo que pudo ser y no fue. ¡Me encantó!
ResponderEliminarUn abrazo literario,
Lola O. Rubio
Bueno en realidad si fue. Es un final feliz, a pesar de por lo que tuvieron que pasar.
EliminarUn besillo y bienvenida.
Has sabido crear expectación en este relato cuyo final no sabríamos perdonar si hubiera sido diferente.
ResponderEliminarBesos.
Muchas gracias. La verdad es que las guerras se llevan demasiado. Lo mejor es que nosotros los que inventamos esas vidas adyacentes, creemos finales mejores.
EliminarUn besillo.
Qué relato tan romántico, María. Me alegro de que tenga un final feliz, bastante habían pasado ya sus protagonistas. Qué duras son las guerras en todas sus facetas e implicaciones...
ResponderEliminarMagnífico retrato de la situación y las emociones, ¡me ha encantado!
Besos de sábado.
Muchas gracias Julia. La verdad es que me encanta el romanticismo, y que me lo pidan como tarea, no es ningún problema, es más, me encanta.
EliminarUn besillo.
Que bonito relato María, me ha encantado, de verdad. La acción está muy bien relatada, incluso las breves pinceladas que das sobre esa relación tan especial. Y el final me ha gustado mucho. Me entusiasma ver como sigues con ese reto tan estupendo de dejarnos a nosotros decidir temáticas, jeje. Un fuerte abrazo! ; )
ResponderEliminarBueno, ya se han acabado. Hatas aquí las sugerencias. Me ha encantado escribir cosas por encargo, no lo descarto para futuras ocasiones.
EliminarUn besillo.