*Relato presentado a un concurso de Relatos compulsivos.
Había un sinfín para elegir, coronas de todas clases, tamaños y colores, ramos de flores que invadían la tienda con su olor. Pero ella no podía apartar la mirada de aquellas que yacían en una esquina, solas, abandonadas, apartadas del resto.
Había un sinfín para elegir, coronas de todas clases, tamaños y colores, ramos de flores que invadían la tienda con su olor. Pero ella no podía apartar la mirada de aquellas que yacían en una esquina, solas, abandonadas, apartadas del resto.
Las eligió, eran las únicas que le recordaban a él. Al hombre de su vida, al único que la había tocado como nadie más podía hacerlo. Ya no habría nadie más como él. Nadie más entraría en su vida de la misma manera que él lo había hecho.
Una lágrima escapó por su mejilla sin apenas darse cuenta. Alguien le puso la mano en el hombro, consolándola. Se limpió la cara y habló con la dependienta.
La conversación fue difícil, no querían venderle aquellas flores. Pero tras una mirada que ella había copiado de él, la mujer cedió. Arregló aquellas flores muertas lo mejor que pudo y se las dio a la mujer con mirada perdida. Las cogió con fuerza, tanto que algunas hojas cayeron sobre el mostrador.
Salió de allí con una sonrisa en la boca. Su acompañante la seguía sin comprender nada, pero en silencio. Pensaba que era difícil perder al único amor de tu vida. La gente afrontaba las pérdidas de las maneras más inverosímiles.
Pues me ha encantado, María. Un final inesperado y conmovedor. Ni esas flores le hubiera llevado yo. Lo que pide el cuerpo es el olvido más rotundo, pero claro, eso no es tan fácil cuando has quedado herida y vulnerable. Lo mejor entonces son flores muertas, tan muertas como él.
ResponderEliminarUn beso.
Pues si, es verdad que a veces quedamos tan heridos que el corazón tarda en cicatrizar. Y a veces las venganzas se sirven frías, aunque sean pequeñas y vanas para otros. Para nosotros puede ser un mundo.
EliminarUn besillo.
Un buen micro para un final de lujo. Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias. Me halagas con esas palabras.
EliminarUn besillo.
Muy buen relato, tanto en la forma como en el fondo.
ResponderEliminarUn beso.
Muchas gracias. Me alegro de que te guste.
EliminarUn besillo.
Un último regalo de despedida, para alguien que no merece nada salvo el olvido.
ResponderEliminarUn relato que deja esperanza ante una realidad no tan esperanzadora de mujeres maltratadas.
Besos
Pues sí, espero que sí que deje algo de esperanza. Que en estos casos se necesita.
EliminarUn besillo.
Qué bueno, me encantan los finales inesperados. Ojalá ganes.
ResponderEliminarBesos.
La verdad es que me lo paso bien haciendo este tipo de cosas. Me divierto y encuentro retos que me ayudan a escribir mejor. Lo de ganar es secundario.
EliminarUn besillo.
P.D. Aunque también gusta, no lo voy a negar.
Quizás ni las flores el ogro ese se las merecía, pero si ella piensa que con ese ritual se ayuda a cerrar un capítulo, pues que así sea.
ResponderEliminarSaludos y saludes.
Todo lo que sea una ayuda bienvenido sea.
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Estupendo giro final para tu relato, María. Al fin comprendemos cómo ella podía preferir ese ramo marchito... ¡Muy bueno, me ha parecido muy original!
ResponderEliminarUn beso grande.
Me alegro de que te haya parecido original. la verdad es que fue surgiendo mientras escribía.
EliminarUn besillo.
Guau qué final, me ha encantado. Esperábamos algo romántico, una mujer deshecha por el dolor de la pérdida y nos encontramos con que ha sido una liberación. El ramo de flores parecía algo especial "solas y abandonadas", y lo eran pero en el peor sentido de las palabras. Muy bueno María, enhorabuena.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues me alegra haberte sorprendido. Las flores eran especiales, si. Pero de una manera distinta.
EliminarUn besillo.
Simplemente maravilloso, profundo y lleno de sentires encontrados, me ha encantado María Campra, saludos con mucho afecto.
ResponderEliminarMuchas gracias. Me alegro de que te haya gustado. Son sentimientos encontrados, si.
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