El
estómago se me cierra, y un gusto amargo me sube por la garganta. Las lágrimas
empujan mi rabia hacia fuera, pero yo no las dejo, las retengo. No sé si para
que salgan en el momento más oportuno o solo por no querer llorar siempre.
Estoy harta, harta de llorar por él.
Tumbada
en mi cama oigo el despertador de fondo y a mi lado un movimiento de despertar.
Cierro los ojos más fuerte como cuando era pequeña. Evito el contacto.
La
puerta de la calle se cierra. Expulso el aire y me doy cuenta de que llevo
aguantando la respiración demasiado tiempo. Me quedo boqueando como un pez
durante un rato. Y al respirar así, me tengo que sentar en el filo de la cama.
En uno de esos impulsos, un grito me sale de la garganta como si no fuera mío.
Sale de mí sin darme cuenta, como si fuera de otra, lejano.
Me
quedo muy quieta, esperando, analizando lo que acabo de hacer. Y entonces es
cuando pierdo las fuerzas y mis lágrimas caen al suelo sin poder retenerlas,
sin intentarlo siquiera. Ellas se deslizan solas, como si tuvieran vida propia,
como si no me pertenecieran. Y yo las dejo, abandonándome a esa sensación de
libertad que me dan sin saberlo.
Un
ruido en la puerta me hace levantar la cabeza, y agarrada con ambas manos al
filo de la cama, lo veo nublado. Ahí está en el marco de la puerta, mirándome.
No sé si sorprendido, angustiado o simplemente aburrido. Mis ojos mojados no me
dejan verlo del todo. Pero ahí está, observándome desde la distancia, ahora tan
grande.
No
puedo retenerle la mirada y vuelvo a mirar a la seguridad del suelo. La puerta
de la calle se cierra. Levanto la cabeza y él no está ahí, no se ha acercado a
abrazarme, a consolarme, a pedirme perdón, a buscar excusas banales.
Simplemente se ha ido. Y esa soledad que tanto buscaba ahora se me cae encima
como una losa.
Ahora
no lloro, mis lágrimas también me han abandonado. Ellas también se han ido.
Una triste historia de desolación tras la partida contada con enorme desgarro pero con la que nos identificaríamos facilmente porque es muy real, muy cercana.
ResponderEliminarUn abrazo, María
Me alegro de haberlo hecho tan real. Eso es buena señal.
EliminarUn besillo.
uf es un relato verdaderamente doloroso, y es que todos algunas veces nos hemos sentido así, uf, pero me ha gustado mucho por como has descrito maravillosamente los sentimientos. besos. TERE.
ResponderEliminarMe encanta llegar a vosotros, y que me digáis que os he hecho sentir un poquito.
EliminarUn besillo.
Una historia que se repite muchas veces en algunos hogares. Buen micro Maria. Un abrazo
ResponderEliminarSi, a veces se repite demasiado. Pero es mejor estar solo...
EliminarUn besillo.
Nunca lo he sufrido, pero el abandono de una persona a la que aún quieres, sin que tal vez se lo merezca mucho, tiene que ser de lo peor que puede pasarte.
ResponderEliminarLo has expresado con gran verismo.
Un beso.
La verdad es que el amor no correspondido no es bueno para nada. Duele mucho y más cuando ante ha habido amor de verdad.
EliminarUn besillo.
¡Qué abrumadora y cruel puede ser la soledad en compañía! Tú lo has descrito a la perfección, María. Nos llevas de la mano por los sentimientos de tu protagonista hasta sentirnos uno con ella. ¡Muy triste pero muy bueno!
ResponderEliminarUn besillo de domingo.
Muchas gracias. Me alegro de que te haya gustado.
EliminarPero si la soledad en compañía yo creo que es peor que la soledad solo.
Un besillo.
Oh qué bien contado María, ese desgarro de esa soledad no querida.
ResponderEliminarMuy triste pero muy auténtico.
Besos
Muchas gracias. La tristeza también puede ser bonita, aunque no deseada.
EliminarUn besillo.
Podríamos recurrir a esa máxima que dice "mejor solo que mal acompañado". A veces la soledad es mucho mejor que una mala compañía o que la indiferencia de quien debería estar a tu lado para hacerte feliz.
ResponderEliminarUn beso.
Pues si, es lo mejor. POrque fingir algo que no sentimos al lado del otro, debe de ser devastador. Mucho peor, para una y la otra parte.
EliminarUn besillo.
Qué doloroso María, una historia cruel y complicada.
ResponderEliminarLa soledad es más punzante cuando estás rodeada.
Muy bien representado, duro momento pero en este caso es mejor decir adiós.
Besos!!!
Si, siempre es mejor decir adiós que quedarte con esa sensación de soledad acompañada.
EliminarUn besillo.