Se
suele decir la frase hecha: se nos fue el amor de tanto usarlo. Pero ese no ha
sido nuestro caso. A nosotros no se nos fue por ese motivo. Se nos escapó de
entre los dedos. Los días pasaron y nos encontramos ante esos abrazos no
recibidos, en esas caricias que se llevó el aire, esos besos efímeros y raudos
que se desbandaban de nuestras bocas.
Se nos
escapó en miradas esquivas, en prisas inacabadas, en sonrisas impuestas, en
incómodos silencios. La televisión era nuestro refugio, y aquellos momentos que
tanto buscábamos, esos individuales que nos habían dicho que eran sanos.
Nuestro
amor se fue en las palabras no dichas, en las peleas que rehuíamos con
monosílabos, entre nuestra piel fría y distante. Tus dedos no me rozaban y mis manos apenas se
te acercaban. Éramos dos desconocidos en una cama inmensa. Un hueco enorme se
había instalado entre nosotros, y nuestros lados estaban tan hundidos que casi
caíamos para no rozarnos. Una equivocación en medio de ese movimiento de
sábanas, un momento en la noche de apenas un débil encuentro, y la retirada
inmediata para no despertar al otro.
Sí,
nuestro amor se perdió entre lo que no dijimos ni hicimos, en esas palabras que
se quedaban atascadas en la garganta. En esas peleas que no llegaron, en esos
momentos que ya no existían. Vivíamos de la memoria de lo que habíamos sido, de
lo que creíamos que aún éramos. Pero no, ya no éramos nada, solo un vano
recuerdo de lo que fuimos y de lo que seríamos si hubiéramos dicho, si hubiéramos
hecho.
Pero
no, el orgullo y la desidia acabó con todo, con nosotros, con nuestro amor.
Ahora somos dos personas viviendo en ese vacío que se nos quedó entre nuestros
cuerpos no entregados, en ese corazón vacío de cualquier realidad que nos
uniera.
Y aun
así, de vez en cuando nuestras miradas se encuentran, se deleitan un segundo de
lo que podría ser y se vuelven a esconder, nuestros labios a veces saborean un
poco más ese beso de despedida o buenos días, a veces las sonrisas atraen un
recuerdo y las palabras llegan como un torrente. Pero de nuevo aquel silencio,
ese silencio oscuro entre tanto ruido de fondo.
A
nosotros no se nos fue el amor de tanto usarlo, se nos fue sin darnos cuenta.
Un buen relato que dice mucho de un amor gastado y no alimentado. Cuando eso ocurre, bien por la monotonía y el desencanto, si no se lucha el amor se quedan en el olvido. Un abrazo
ResponderEliminarSi, por el amor siempre hay que estar luchando, no se puede dejar de alimentar, sino, muere de inanición.
EliminarUn besillo.
La vida. A veces le pedimos demasiado a las cosas y todo debería de ser más sencillo.
ResponderEliminarSi, lo malo es que la sencillez no va acorde con la vida. Pero a veces tiene sus ventajas.
EliminarUn besillo.
Bueno, yo creo que la mayoría de veces es por el motivo que cuentas, más que por usarlo mucho. Es la rutina y el hacer cada uno su vida lo que desgasta.
ResponderEliminarMuy buen relato, es muy realista, me ha gustado mucho.
Un saludo :)
Si la rutina es el peor inconveniente de una relación. Hay que luchar para no caer en ella.
EliminarUn besillo.
Qué bonito María, pero sabes? leyendo tu relato creo que no se les fue el amor, que sencillamente se les cambió de forma sin darse cuenta y deberían saber reconocerlo, al menos el que habla porque quien sabe si el otro lo identifica y reconoce y se siente arropado por ese amor mutado por los años.
ResponderEliminarUn beso.
Puede ser, pero a veces no reconocemos esos cambios y eso puede llevar al desastre. >El amor de años es especial y hay que sentirlo para verlo.
EliminarUn besillo.
La rutina es la maldita continuación de la película, es lo que viene después del The End o del Fin, o del fundido en negro posterior al beso apasionado de los protagonistas. Tras la pasión, el amor debe recalibrarse, encontrar otras formas, de lo contrario se marchita, se convierte en la ceniza de un estupendo cigarro. Buen relato! Besos!
ResponderEliminarNo lo podría haber descrito mejor. La verdad es que si, que después de ese Fin de las películas llega lo bueno, las luchas, las peleas y por supuesto las reconciliaciones. Y esa maldita rutina que te acecha en la oscuridad.
EliminarUn besillo.
Pues yo creo que ese amor, diluido hasta cotas extremas, todavía le queda un pequeño aliento. Solo es cuestión de voluntad, pues no todo está perdido. Es un amor agonizante pero que puede ser resucitado si alguno de los dos sabe aplicar bien los primeros auxilios. Solo es cuestión de presionar con fuerza el corazón mientras se le aplica un boca a boca apasionado.
ResponderEliminarUn beso.
Ohhh precioso. Quien tuvo retuvo se suele decir, así que es posible que ese amor renazca de sus cenizas como ave Fenix.
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Me ha gustado mucho el relato, María. Has descrito perfectamente el deterioro de una pareja que se deja llevar y acaba a la deriva. A veces el amor termina porque nos dejamos llevar por la inercia y otras porque se acaba sin más.
ResponderEliminarLa verdad es que al final te queda un regusto amargo, y eso es mérito tuyo.
Un abrazo.
Si a veces se va sin hacer nada, sin poderlo retener, pero también es posible volverlo a encontrar.
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Un muy buen relato, escrito con sensibilidad, sobre esa rutina de la que, cuando nos queremos librar, ya pesa demasiado. Has creado imágenes buenísimas, como la de esos momentos en la cama.
ResponderEliminarMuchos besos
Muchas gracias, de eso se trata, de esas imágenes que so cotidianas y no nos damos cuenta.
EliminarUn besillo.
La rutina, la invitada presente en las relaciones y a la que si no se le hace frente acaba haciéndose la ganadora. Has descrito perfectamente ese lastre que va haciéndose un hueco con esos pequeños detalles, ese no tocarse, esas distancias de milímetros que parecen kilómetros y mientras lo lees te vas llenando de una tristeza por lo que fue y pasó. Un bonito aunque triste relato.
ResponderEliminarBesos
Muchas gracias. Si la rutina tiene eso, se va asentando poco a poco sin que te des cuenta. Es un lastre si, que algunas parejas superan y otras no.
EliminarUn besillo.