— Mamá
estoy aburrida. ¿Qué hago?
— No lo
sé hija, juega con tus juguetes.
— No
tengo.
— ¿Cómo
que no tienes?
— No
quiero jugar con ninguno, me aburro, tengo poquísimos.
La
habitación de la niña estaba hasta arriba de peluches, juegos de mesa, y cajas
llenas de juguetes. La madre suspiró, pensando que algo hacía mal cuando su
hija no era capaz de entretenerse con todo lo que tenía. Levantó la vista del
libro que estaba leyendo y miró a su hija sentada en el suelo con una cara que
demostraba su aburrimiento total.
—
¿Hacemos algo de manualidades?
A la
niña se le iluminó la cara y se levantó corriendo a buscar el cajón que tenían
para eso.
A unos
kilómetros de allí…
— Mamá
ya he traído el agua.
— Muy
bien hija, baña al hermano mientras hago la comida.
La niña
sentó a su hermano en el suelo y empezó a echarle cacitos de agua por la cabeza
mientras restregaba su piel con fuerza. El peque de tan solo un año la miraba
resignado, sabiendo que no podría resistirse.
Después
de bañar a su hermano ayudó a su madre a cocinar. Y juntos se sentaron a comer
mientras ella amamantaba al bebé.
A unos
kilómetros de allí…
El niño
de apenas cinco años se metió debajo de la cama a esperar que aquello
terminara. No solía durar mucho. Normalmente cuando su madre se quedaba dormida,
él dejaba de dar golpes. Mientras oía los sollozos callados de ella y los
gritos babosos de él. Intentaba taparse los oídos y tararear bajito para que no
lo encontraran, pero aquello, pocas veces daba resultado.
Oyó el
portazo y un suspiro salió de su boca. Buscó a su madre por la casa, y la
encontró en el suelo del baño dormida. Su cara estaba un poco deformada y tenía
sangre, pero era la mujer más guapa que él había visto. Cogió el teléfono y se
sentó con la cabeza de ella en su regazo, mientras le acariciaba el pelo marcó.
— Otra
vez mi papá ha dormido a mi mamá.
A unos
kilómetros de allí…
— Mami
no quiero ir, quiero quedarme contigo.
— Cariño
tienes que ir a la guardería, mami tiene que trabajar.
— Pero
es que yo quiero estar contigo.
— Y yo
contigo cielo, te prometo que esta tarde vamos al parque.
—
Siempre llegas tarde y ya es de noche.
— Hoy no,
te lo prometo.
La
madre le dio un beso a su hija y la dejó con su seño. Se dio la vuelta y en
cuanto cerró la puerta, la niña empezó a jugar con sus amigos. El sentimiento
de pérdida y el remordimiento no la dejaban en todo el día. Hacia su trabajo
que le encantaba, pero siempre tenía la sensación de estar perdiéndose algo.
Un relato que se pasea por varias situaciones de madres con hijos. La más penosa de todas es la niña que tiene tanto para jugar y se aburre. Algo debe pasar para que ocurra eso. Los demás son dramas que día a día sen dan en distintas casas. Me ha gustado como lo has planteado. Una abrazo
ResponderEliminarPues si, son dramas que vemos todos los días, y es una pena que se sigan dando. Ojalá algún día se conviertan en una ficción, en vez de hablar de una realidad.
EliminarUn besillo.
Diferentes madres, hijos y vidas entre miles, millones de historias diarias alrededor nuestro. Gracias Maricita por hacernos pensar en todas ellas, a veces olvidamos que no estamos solos. Besote.
ResponderEliminarPues si, y aunque lo recordemos, sino lo vivimos es como si no estuviera ahí. Es una pena, pero bueno.
EliminarUn besillo.
Me has hecho pensar. ¡Cuántas vidas diferentes hay! Lo del maltrato es terrible, menudo año llevamos...
ResponderEliminarBesos.
Si hija, no es normal. Es un problema grave que no se llega a atajar del todo.
EliminarY lo peor es que los niños son los que se llevan siempre la peor parte.
Un besillo.
Me ha gustado mucho, María. Una gran sensibilidad demuestras al tratar estas situaciones. Lo del maltrato es terrible, María y Marigem, y la solución solo viene por la educación porque una vez mal educados, ni las leyes ni nada tienen nada que hacer con esos tipos. Si están dispuestos a suicidarse después, ¿cómo los vas a reprimir con cárcel y demás?.
ResponderEliminarEn todo caso, muy bueno tu relato.
Un beso.
Ufff es muy duro, es verdad, te doy toda la razón en que la educación es lo más importante. Pero creo que en ese caso vamos cada vez a peor.
EliminarUn besillo.
Tu relato nos aproxima a distintas madres, distintas realidades y a esa terrible lacra del maltrato de aquellos a quiénes se dice amar, terrible.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con las compañeras, educación, mucha educación y tolerancia cero hacía ningún tipo de violencia.
Un beso
Totalmente de acuerdo. No se puede decir más.
EliminarUn besillo.
Me ha gustado mucho esa manera de recrear infancias y, por ende, diferentes vidas. Mucho contraste entre ellas: así es el mundo, por desgracia.
ResponderEliminarPues si, unos tanto y otros tan poco. Esas diferencias todavía son muchas, pero puede que algún día no lo sean tanto.
EliminarUn besillo.
Cuanto contraste, qué bien logrado María.
ResponderEliminarMundos que marcan diferencias en nuestros niños, futuros que se distancian y ¿quién puede decir cómo terminan?
Me ha gustado mucho. Un abrazo
Muchas gracias Mirna. la verdad es que si, demasiado contraste. La verdad es que algunos terminarán mejor que oros, esa es la realidad. Seremos positivos y veamos la parte beuna de estas cosas.
EliminarUn besillo.
Lo de crecer a golpes y tropezones, ha de ser muy duro de vivir para un niño. Aunque no niego que eso también formará su carácter, su madurez temprana, siempre y cuando el pequeño no imite la conducta del agresor.
ResponderEliminarSaludos y saludes, encantadora.
Pues si, pero mejor que forme su carácter de otra manera, no a base de golpes.
EliminarPorque bien es verdad que los niños copian lo que ven en casa.
Un besillo.
un placer encontrarte
ResponderEliminarleerte conocerte y admirarte
Un placer tenerte por aquí. Espero que te encante.
EliminarUn abrazo.