Llegaste
a mí en pequeños suspiros, en momentos que se convirtieron eternos. Llegaste a
mí sin previo aviso. Ni siquiera sabía que te tenía hasta que me paré a pensar
en ti.
Yo
vivía feliz por la vida. Sonriendo a diestro y siniestro, sin pensar lo que tenía,
y por supuesto lo que no tenía. Aceptaba mi estado como el que acepta una
realidad.
Pero un
día de esos soleados, de esos de primavera en los que no se mueve una hoja de
los árboles, de esos en los que te gusta cerrar los ojos y levantar la cabeza
para aceptar aquellos rayos que te acarician la cara. Fue en uno de esos días
en el que me di cuenta de tu presencia. Era tan fuerte que me quedé sin
respiración, por un momento mi corazón se ralentizó y una obviedad se instaló
ahí para hacerlo palpitar más rápido, más fuerte.
A pesar
de tenerte, de saber que me vas a acompañar durante mucho tiempo, mi corazón
sigue latiendo. Solo tengo que aceptarlo, solo aceptar que vamos a caminar de
la mano, y que eso es una pura contrariedad, porque tú, mi soledad, me acompañarás
en mi camino, y eso no sé si me hará sentir más sola o menos.
Y es
que ese momento mirando al sol me trajo recuerdos, momentos de personas que me
acompañan en el día a día, de esas que siempre están. Y fue cuando me di cuenta
de que solo era una realidad inventada. Que ellas no están, solo pasan por mi lado
y soportan mi presencia como cualquier otra. Ellas siguen su camino y me dejan
en el arcén de la carretera mientras las veo avanzar. Me miran, me sonríen, no
sé si por compasión, obligación o verdadero amor.
Y aquí
estoy yo, aceptando el sol en mi piel, recibiendo mi nuevo estado en mi
corazón, admitiendo que solo son visitantes de mi vida que se alejan con cada
diferencia, que se desvían hacia personas más afines, hacia momentos más
oportunos. Siempre me pregunté porque hay personas que aman más que otras,
porque si das, recibes menos.
Pero sonrío
ante el gran astro, y me abrazo, te abrazo a ti, a mi nueva compañera, a esa
que sé que no me abandonará, que me hará crecer, avanzar, seguir hasta donde me
lleve el día. Las lágrimas bajan por mis mejillas, solo dos, no hay más. No
necesito más, apenas me doy cuenta de ello, solo cuando me llegan a la comisura
de mi boca, y saco mi lengua para lamer mis heridas. Vuelvo a sonreír, esta vez
de tristeza, de autocompasión, porque sí, porque creo que esta vez me lo
merezco. Solo por una vez me dejaré abandonar, me dejaré acompañar por ti.
Esa compañera que a veces es deseada y otras temida. Es verdad que el ser humano a pesar de estar rodeado de personas se tiene solo a sí mismo. triste y real como la propia vida. Un relato que es reflexión.
ResponderEliminarBesos.
Me alegro de que te haga reflexionar. La verdad es que sí, a veces amada y otras temida. ¿Se puede ser más cambiante?
EliminarUn besillo.
Gran dilema. A veces la compañía se echa en falta y otras, en cambio, molesta.
ResponderEliminarBesos.
Pues sí, a veces la soledad es mejor que una mala compañía.
EliminarUn besillo.
A veces se encuentra una sola aunque esté en compañía. Y otras veces la soledad pesa mucho. Un abrazo
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo contigo.
EliminarUn besillo.
Se nace solo, se vive solo, se muere solo. Sólo a veces nos cruzamos con alguien tan solo como nosotros y, por un momento, que pueden ser años, compartimos nuestra soledad. Creo que es lo más a lo que se puede aspirar y cuando ambas soledades son incompatibles, no hay nada peor que la soledad en compañía. Entonces ha llegado la hora de poner fin.
ResponderEliminarBonita reflexión, María.
Un beso.
Pues no sé si me gusta más la tuya. Bonitas palabras que me has dedicado en el blog.
EliminarMuchas gracias.
Un besillo.
Haríamos bien en aceptar la soledad como compañera de vida, porque en un momento u otro no podremos evitar que se instale a nuestro lado. No ha de ser una compañera incómoda necesariamente, pero hay que saber llevarla cuando venga sin llamarla...
ResponderEliminarUn texto muy reflexivo y muy hermoso, María. Me ha encantado.
¡Besillos de martes!!
Pues si, hay que saber llevarla, porque a veces viene sin ser vista y otras la llamamos sin querer.
EliminarLo mejor es cuando la buscamos queriendo.
Un besillo.
¡¡¡Hola!!! Ya sabes que yo la necesito, sin abusar de su compañía pero la necesito.
ResponderEliminarBesos.
Si lo sé, y me parece genial, la que buscamos es la mejor de todas.
EliminarUn besillo.
Un relato genial María, me ha encantado. La soledad es necesaria en cierto sentido, pues creo que todos podemos necesitarla en algun momento. Pero también es cierto que puede volverse terrible, abrumadora y comernos crudos, sin masticar. Aunque considero que lo importante es saber aceptarla, para realmente ser capaces de aprender de ella y dejar que sea una maestra. Un abrazo! ; )
ResponderEliminarSi la soledad sin ser llamada no nos gusta a nadie. Todos a queremos cuando nos interesa, pero que no venga cuando no la llamemos.
EliminarUn besillo.