Tres amigas cualquiera, en una cafetería
cualquiera, en una ciudad cualquiera, después de dejar a los niños en el
colegio. No está basado en hechos reales. Cualquier parecido con la realidad es
mera coincidencia.
Sonia entra en la cafetería echando una
ojeada por si era la primera en llegar. Si lo era, así que se sienta en una
mesa vacía y se prepara para esperar. Saca su teléfono móvil por si tiene algún
mensaje. Se mete en el grupo y pone “tardonaaasss”. Mientras lo hace, Rosa entra
al bar.
— Siempre la primera, no sé cómo lo
haces, y eso que tu cole es el más alejado.
— No me entretengo con una mosca, ni
hablo de tonterías con toda madre que me encuentro. — Sonia guarda el móvil con
una sonrisa en la boca sin casi mirar a su amiga.
Por la puerta entra Vanesa quitándose
bufanda y chaquetón.
— Estos niños van a acabar conmigo,
sudando estoy, a pesar de la ola de frío.
— No te quejes más y ven a charlar un
ratito que llevamos ya sin vernos mucho tiempo.
— Ay Rosa, siempre digo lo mismo, pero
tenemos que vernos más.
— Si es que con estas vidas, no hay
manera. Hoy porque me habían cambiado el
turno y estoy de tardes, sino no podría haber venido.
— No te quejes, que vosotras por lo
menos tenéis trabajo. Yo aquí estoy de mala ama de casa. Las madres de mi cole
hacen las camas, limpian las ventanas y le ponen la comida al canario antes de salir
de casa, y yo sin embargo tengo suerte de que mis hijos se vistan para llegar
al colegio a la hora.
Las tres amigas se ríen después de las
palabras de Vanesa, pero ninguna comenta más porque el camarero llega para
tomarles nota. Tres cafés, cada uno distinto, todos con sacarina. Medias
tostadas con pan integral y un poco de pavo. Las tres guardan la línea, están a
dieta continua desde que tienen uso de razón. Y más después de los embarazos.
— He ido a un nuevo nutricionista.
— ¿Y qué tal la dieta Sonia?
— Pues no sé qué deciros. Esta es mi
segunda semana. Me ha medido la grasa, el agua, y todo lo que se puede medir en
mi cuerpo. Ahora que por mí puede medir lo que le dé la gana. Es guapísimo.
Las tres se echaron a reír.
— Pues no sé qué dirá Juan de eso… — comenta Vanesa.
— Juan viene conmigo y dice lo mismo,
que es muy guapo, y que a ver si así me pongo las pilas y adelgazo de una vez,
que está ya harto de dietas extrañas.
— Yo no sé cómo lo consigues, si le doy
a Luis de mi dieta no come.
— Es que lo tienes muy mimado Rosa,
anda que yo sí que iba a hacer dos comidas. Una cosa son los niños, pero él ya
es mayorcito… — dice Vanesa mientras le echa la sacarina al café.
— Lo que tienes que hacer es ponerlo a
hacer ejercicio. — Añade Sonia.
— No, si ya lo intento, todas las
noches, pero a veces no se deja. Está demasiado cansado.
— Nunca se está demasiado cansado para
eso. Se hace más rápido y ya está. — Sonia se ríe y sus amigas la acompañan.
— Pues eso mismo opino yo. Pero Luis es
un vago. — Vuelven a reírse, provocando las miradas de las mesas contiguas.
— Yo entiendo a tu Luis, con el frío
que hace, y lo cansada que llego a la cama, solo me apetece meterme debajo de
las mantas y dormir hasta la mañana siguiente si tengo suerte y los peques me
dejan.
— Desde luego Vanesa que sosa que eres.
No tiene que ser de noche y en la cama, será que no tienes tiempo para ir a
hacerle una visita al trabajo.
— Sonia le guiña un ojo y se echa de nuevo a reír.
— ¡Pero que bruta eres! ¿Y dónde
quieres que lo hagamos? ¿En el despacho rodeados de todos sus compañeros?
— ¿Es que no tiene baños?
— ¡En los baños! Con los sucios que
tienen que estar, y con todo el mundo pululando. Para ser la comidilla.
— Pues no serías la primera, ¿eh Rosa?
— ¿Qué? ¡No sé porque lo dices! — Rosa
intenta hacer un vano esfuerzo por parecer indignada, pero las risas que le
siguen dan al traste con su intención.
Las tres amigas siguen charlando un
buen rato después de acabarse los desayunos, prometiendo verse pronto y no
dejar pasar tanto tiempo para el siguiente café.
Cuantas conversaciones de café hacen las amigas. Nosotras cuando nos juntamos los martes somos mas o menos mas de 15 y da para muchas conversaciones a veces de dos en dos. Cuanto estamos todas a una es cuando se cuentas chistes. Un abrazo
ResponderEliminarMadre mía con cuanta mujer no sé como os concentráis, jejejeje.
EliminarEs genial poder reunirse con las amigas.
Un besillo.
Hola María, caminando llegué hasta ese café de amigas y de charla, aquí me quedo para ver como transcurre la tarde...
ResponderEliminarGracias, pasa buena tarde, besos rotundos..
Puedes pasearte por donde quieras. Aquí tienes para todos los gustos. Me alegro de que pasees por mi Rinconcito.
EliminarUn abrazo.
Nunca he estado en un desayuno de madres, pero la conversación me parece de lo más creíble, y también divertida. Mujeres, amigas y cómplices al fin y al cabo. Muy bueno, María, he pasado un rato estupendo leyéndote.
ResponderEliminar¡Besitos de lunes!
La verdad es que da igual si eres madre o no, pero estoy segura de que conversaciones parecidas se mantienen en más de una cafetería con amigas alrededor de un café o un té.
EliminarUn besillo.
Deliciosa escena cotidiana, los diálogos tan naturales consiguen que parezca que estamos sentados con ellas. Buen relato, María. Y estupendo lavado de cara del blog. Saludos!
ResponderEliminarMuchas gracias David. La verdad es que me alegro de que hayan parecido naturales. Los diálogos son difíciles de diseñar para que no parezcan forzados.
EliminarUn besillo.
Jajajaja, me encanta, es real como la vida. Y lo poco que nos vemos...
ResponderEliminarBesos.
Eso es, que las amigas siempre quedamos a un segundo plano con todo lo que hacemos durante el día. Viene bien de vez en cuando un café con ellas.
EliminarUn besillo.
Sé que es muy real, como la vida misma, como dice Marigem, pero yo nunca me vi en una escena semejante. Nunca me ha gustado eso de los grupos de madres de niños compañeros y tampoco coincidí con amigas que tuvieran niños a la vez que yo. Además mi trabajo no me permitía desayunos de ese tipo que, por otra parte, me dan un poco de repelús.
ResponderEliminarPero tu relato me ha gustado por su lenguaje sencillo y tan coloquial.
Un beso.
Pues la verdad es que esos desayunos están muy bien. Te lo dice una que ha vivido alguno. Pero como gustos colores. Yo he tenido la suerte de tener hijos a la vez que mis amigas, con lo que quieras que no la ayuda es un grado.
EliminarMe alegro de que el relato te haya gustado.
Un besillo.
Los hombres (maduritos): la mili, las mujeres y el fútbol (el orden puede ser variable, aunque seguramente el fútbol vaya en primer lugar). Las mujeres (de cualquier edad): la dieta, el gimnasio y los hombres (generalmente el suyo, pero hay días que cualquier otro vale, camarero incluido), jeje.
ResponderEliminarUna escena muy simpática y cotidiana (supongo).
Un beso.
Jajajaja pues muy resumido lo veo, creo que todos hablamos de más cosas. Además las madres cuando nos juntamos hablamos muuuuucho de niños, y en alguna conversación se cuela hablar de partos. Yo hablo mucho de política, pero eso no tiene mucha gracia para ponerlo en un relato, jejejeje.
EliminarUn besillo.
¿Y dices que no se basa en hechos reales?... Gran observadora, sí señor. Un relato ameno y fresco. La realidad muchas veces, supera a la ficción, ja, ja
ResponderEliminarBesos
Bueno algo si se puede parecer, pero solo un poquito, jejeje.
EliminarMuchas gracias.
Un besillo.