Cuando
las madres contamos los partos, son todos más o menos igual. Todas hablamos de
si te pusieron oxitocina o no, si llegaste a ponerte epidural, como
dilatábamos, si mucho o poco, las complicaciones si las hubo, la facilidad con
la que salió, el dolor, sobre todo, el dolor. Ese que te dicen que se olvida
nada más terminar.
Partos
naturales, partos por cesáreas, partos en casa. Todos tienen el mismo final. Todas
los contamos con alegría, como si fuera lo más interesante que nos ha pasado en
la vida. Y es que es un momento para recordar.
Pero
cuando pasan los años, y vienen los cumpleaños de tus hijas, los recuerdos son
diferentes.
Hace
unos días mi hija mayor cumplió seis años, seis años que se han pasado volando,
seis años que no sé cómo lo he hecho día a día sin saber muy bien cómo, y que
sé que aún me queda un largo camino a su lado.
Ahora,
después de esos seis años, los detalles del parto se difuminan. Ya no le doy
tanta importancia al dolor, ni a la epidural, ni a cuando me la pusieron, ni a
los empujones, ni a nada eso. Ahora mis recuerdos de aquel día son
completamente diferentes.
Ahora
mi recuerdo es el de mi padre sentado a mi lado en dilatación. El del padre de
mi hija que no se separó de mí en ningún momento. Que aguantó como un campeón
todos mis dolores y toda esa sangre. Recuerdo decirle que se saliera al verlo
más blanco que el papel, y él decirme que no sin soltarme en ningún momento.
Ahora
seis años después recuerdo estar en aquella habitación los tres a solas, y a mi
hija trepando sola por mi barriga hasta llegar a mi pecho para comer.
No
recuerdo el cansancio, recuerdo mirar todo desde la camilla y ver a todas esas
caras conocidas y amadas mirándome desde arriba.
Recuerdo
llegar a mi habitación y mirar a mi hermana, y llorar las dos por la única
persona que nos faltaba. Recuerdo las miradas de los demás en silencio,
respetando nuestro duelo particular.
Recuerdo
a mi prima a mi lado, que solo se separaba de mí para darle de mamar a mi
precioso sobrino de meses. La recuerdo a primera hora de la mañana enseñándome
las mejores posturas para darle el pecho a mi pequeña. Recuerdo la tarta de
chuches que me trajo y que no llegue a probar.
Recuerdo
los primeros peluches que mi prima pequeña les dejó en su cuna, y como su tío
enfermero me la trajo dormidita después de ponerle los pendientes.
Ahora
después de seis años recuerdo dormitar con ella encima durante toda la noche.
Recuerdo quedarme embobada mirando cada centímetro de su cara. Recuerdo llamarla
mi tortuga, porque desde el primer día levantaba la cabeza como yo.
Después
de seis años lo que más recuerdo es a todas las personas que estuvieron
conmigo, que esperaban fuera con los nervios a flor de piel, mientras yo hacía
mi trabajo, que era traer a mi peque al mundo. Recuerdo a aquellas personas que
estaban conmigo en la distancia, y que no podían estar a mi lado.
Ahora
recuerdo la primera vez que mi abuela tuvo a su bisnieta en los brazos.
Recuerdo su mirada, sus llamadas esperando paciente a que yo pudiera
llevársela. Recuerdo lo bien que conectaron desde el primer momento, al fin y
al cabo, traía los ojos de su hija.
Ahora
recuerdo aquellos primeros días perdida, aquellos primeros días de todo, porque
todo era nuevo para mí, para su padre y para mi pequeña. Los tres vivíamos al
día, adaptándonos a nuestra compañía, a nuestra nueva vida.
Y para
mí todo lo que tiene que ver con el parto se ha quedado ahí en un segundo
plano, porque lo que recuerdo son esos pequeños momentos, esos instantes que me
dieron las personas que estuvieron a mi lado. Ese amor sin palabras, ese cariño
incondicional.
Unos recuerdos que no se olvidan jamás, cada año que un hijo es su cumpleaños esos recuerdos vienen a tu mente. Precioso post de hoy Maria. Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias, la verdad es que cuando llegan sus cumpleaños es inevitable recordar.
EliminarUn besillo.
Estos dulces recuerdo quedan grabados en nuestra mente a fuego. ¿Qué sería nuestra vida sin los recuerdos?
ResponderEliminarY a medida que tus hijas crezcan, irás acumulando recuerdos tanto a más entrañables.
Un abrazo.
Seguro que si, la verdad es que los recuerdos nos ayudan en los malos momentos y nos alegran los buenos.
EliminarUn besillo.
Qué precioso!!!! A mí me pasa igual, es más, recuerdo la primera etapa como algo precioso, dejo a un lado las noches sin dormir y recuerdo la felicidad absoluta. Me siento afortunada por haber aprovechado cada segundo con ellos, y sigo haciéndolo todo lo que puedo, de otra forma pero lo sigo haciendo. Un besito y felicidades a la peque.
ResponderEliminarLa verdad es que es un gustazo disfrutar de cada segundo de sus vidas. A mí me encanta, y es verdad que luego se te olvidan los agobios y las noches sin dormir.
EliminarUn besillo.