Paseaba
por la calle con sus botas militares. Pisaba fuerte, decidida, con la cara en
alto. Una sonrisa le iluminaba el rostro. La gente se volvía para mirarla, no
por su extraño atuendo, sino por todo lo que transmitía solo con aquella
mirada.
A pesar
del sol no llevaba gafas para protegerse de él. Miraba a la gente directamente
y sonreía más cuando ellos le devolvían la mirada. Conseguía sacar una sonrisa
en cada uno de ellos, estuvieran agobiados, enfadados, tristes o ensimismados
en sus propios pensamientos.
De vez
en cuando se encontraba a alguien mirando la pantalla del móvil y hacía un
gesto brusco e intentaba mantener contacto con esa persona, para que se
volviera a mirarla. Ella se giraba y les regalaba otra de sus amplias sonrisas
y un lo siento silencioso.
Cuando
la gente intentaba describirla, no sabrían decir cómo era. Solo acertaban en
que tenía los ojos oscuros, aunque otros decían que eran azules como el cielo,
y otros que eran verdes como los gatos.
Daba
igual las veces que se las encontraban, imposible describirla. Hubo gente en su
busca, pero cuando intentabas encontrarla, ella desaparecía. Hasta que un día
cualquiera volvía con su seguridad, con su sonrisa, con sus ojos indefinibles,
con sus botas militares.
Pronto
se creó la leyenda del ángel que invadía las calles y repartía felicidad por sus
habitantes. De ese pequeño ser que sin alas, volaba entre ellos para alegrarles
el día. La leyenda contaba que la gente que se encontraba con ella, y conseguía
una sonrisa suya tendría suerte durante todo el día.
Isabel
llegó a casa cansada. Se miró en el espejo después de doce horas de trabajo
seguidas, tenía ojeras. Los enfermos no descansaban, y ella velaba por ellos.
Se quitó el uniforme de trabajo, se metió en la ducha, se puso ropa nueva, brillo
en los labios, se calzó sus botas militares y volvió a salir a la calle,
dispuesta a darlo todo de ella. Estaba segura de que la gente solo quería
seguridad y felicidad, y que esta era contagiosa.
Ese sí que es un ángel, como todos los seres humanos que cuelgan sus pesares en casa para salir al mundo a ayudar a los demás a ser un poco más felices o menos in felices de lo que son.
ResponderEliminarUn bello relato. Ojalá me cruzara alguna vez con ella.
Un abrazo.
Pues fijate bien a ver si la ves, porque puede ser que te la encuentres cuando menos te lo esperes. Sonreir no cuesta nada, y a veces alegramos a los demás con una simple sonrisa.
EliminarUn besillo.
Una persona cuando reparte cuidados y alegrías es un ángel, te lo puedo asegurar.Un abrazo
ResponderEliminarLa verdad es que si. No cuesta tanto sonreir, y es algo que se agradece.
EliminarUn besillo.
Me parece estupendo el mensaje que nos transmite tu historia: contagiar entusiasmo y esperanza en los demás a través de estos "ángeles" de la cotidianidad.
ResponderEliminarUn beso
Muchas gracias. Lo mejor que se puede contagiar es eso, felicidad.
EliminarUn besillo.
Personas especiales, ángeles de la guarda urbanos que con su sonrisa y actitud nos salvan el día.
ResponderEliminarPrecioso.
Besos y felicidad.
Es increíble cuando te cruzazs con ellos. A mí me encanta cruzarme en la calle con gente que se ríe sola.
EliminarUn besillo.
Cómo hay héroes en cada esquina de la cotidianidad...Hermoso mensaje y estoy muy de acuerdo ;)
ResponderEliminarAbrazos!!
Muchas gracias. La verdad es que da gusto encontrarte a gente sonriendo por la calle sin motivo aparente.
EliminarUn besillo.
¿Un ser humano (o no) que dedica su vida a los demás y que, cuando termina su trabajo, se calza unas botas militares y sale a la calle para, usando las únicas armas que su propio cuerpo le proporciona (unos ojos, una sonrisa) y un gran poder (o don), repartir felicidad y seguridad a diestro y sinestro? Creo haber visto a un ángel de esos. Una vez le vi pasar. Sólo que, en lugar de botas militares, llevaba unas All Star. Nunca lo olvidaré.
ResponderEliminarOjalá se propagase una epidemia de felicidad
Me ha encantado. Besos
Ayyyy que suerte tienes. A lo mejor hay más de uno, deberíamos investigarlo a ver si los encontramos.
EliminarUn besillo.
Bonito mensaje María, :)
ResponderEliminarLas personas que regalan sonrisas y felicidad, son un soplo de esperanza y seguridad.
La actitud todo lo vale y merece ser vista con muchísimo optimismo.
Besitos!
Pues si, las sonrisas son contagiosas.
EliminarUn besillo.