La
cafetería estaba atestada de gente, pero mis ojos solo te veían a ti. Yo estaba
sentado en una mesa pegado a la pared, y tú estabas sentada enfrente de mí,
pegada a la ventana. Como todos los días, tenías tu portátil abierto sobre la
mesa. Un café al lado y una tostada que nunca te acababas de comer.
Desde
hacía meses observaba todos tus movimientos en aquella mesa. Luego volvía a mi
vida rutinaria de siempre. Siempre venías sola. Pedías en la barra y te
sentabas en tu esquina. Yo ya estaba sentado en mi sitio para poder ver cómo te
movías hasta llegar a sentarte. De vez en cuando nuestras miradas se cruzaban y
yo te sonreía para desviar rápido la mirada. Tú me devolvías siempre la
sonrisa. Yo fingía leer el periódico mientras notaba tus ojos clavados en mí.
Pero pronto volvías a tu tarea de teclear.
Te
observaba mientras tú mirabas por la ventana, mientras te reclinabas en tu
asiento y con las dos manos sujetabas la taza del café. Saboreabas aquel
momento, e incluso a veces cerrabas los ojos mientras tragabas. La tostada la
mordías mientras tecleabas con una sola mano, la cogías casi sin mirarla, le
dabas un gran bocado y la volvías a dejar para seguir a dos manos sobre el
teclado negro.
Todos
aquellos movimientos los tenía perfectamente estudiados, veía tus pies cruzados
uno delante de otro mientras los columpiabas, como apoyabas la punta de uno de
ellos en el suelo. Veía cómo te ponías ese mechón de pelo detrás de la oreja
que tanto te molestaba. Veía como hacías caso omiso al móvil que vibraba sobre
la mesa.
Uno de
los días te levantaste y anduviste directa hacia mi mesa. Mi corazón se
aceleró, me dediqué a mirar el periódico mientras notaba tu cercanía. Cuando
estuviste a mi altura, rozaste la mesa con la yema de tus dedos mientras disminuías
la velocidad de tus pasos. Creía que oirías mi corazón, que a pesar del ruido
ensordecedor de aquel sitio, tú lo sentirías, que todo el mundo se daría la
vuelta solo para ver de dónde salía aquel pum pum.
Pero
todo pasó tan rápido como había empezado. Tú te acercaste a la barra y volviste
por otro camino. Recogiste tus cosas y te fuiste.
Hoy es
un día distinto. Esta mañana me he levantado con la noticia en la radio de que es el día del beso. Así que me he decidido a
besarte. Hoy me acercaré a tu mesa y te daré nuestro primer beso.
Aquí
estoy, sentado en mi mesa, viendo como tecleas, como miras por la ventana, como
bebes el café. Mis manos sudorosas y frías me van a delatar, así que no podré
tocarte. Veo que te levantas y yo hago lo mismo. Empiezo a andar, inseguro,
pero rápido, para no perder ese momento. Recoges tu portátil, te pones el
bolso, el chaquetón, y cuando te das la vuelta, ahí estoy yo. Pegado a ti,
oliendo tu aroma, viendo tu cara perfecta más cerca que nunca. Cojo tu mechón
rebelde y lo pongo detrás de tu oreja. Tú sonríes y me miras directamente a los
ojos. En un gesto impulsivo te muerdes el labio inferior y yo sin pensarlo acerco mis labios a los tuyos. Estamos tan
cerca que notamos el aliento del otro, miro tus labios, y poso los míos
delicadamente sobre los tuyos.
Nos besamos,
tú me correspondes, y tras ese beso, noto como sonríes. Me agarras del cuello y
me atraes más a ti, me besas con más fuerza y perdemos el equilibrio. Pero no
nos caemos y te ríes.
— Ya
era hora. – Me dices.
— Ya
era hora. – Contesto.
Un beso muy deseado y al fin compartido. Estupendo relato María. Un besito
ResponderEliminarMuchas gracias. La verdad e sque los mejores besos son los primeros...
EliminarUn besillo.
¡Jo, qué bonito!. Me ha encantado seguir el recorrido hasta llegar a este beso tan esperado. Es cinematográfico. Me he imaginado la escena. Me he convertido por un momento en él, en ella. ¡Precioso beso!.
ResponderEliminarUn besito!
Muchas gracias. No sé porque yo me imaginaba un anuncio, jijiji.
EliminarUn besillo.
El beso se ha hecho de rogar pero a merecido la espera. Me ha pasado como a Eva, me he sentido uno de los portadores/receptores de ese ansiado beso. Precioso. ;)
ResponderEliminarUn abrazo, guapa. =)
Pues nada todo el mundo a besar, que es lo mejor del mundo.
EliminarUn besillo.
¡¡¡Oooooooh!!! Love... Love is in the air... Love... Love... La, la, la... Loveeeeeeeeeee...
ResponderEliminarAiiiix... Me muero de Amor cada vez que te leo Cosicas de estas... *-*
¡¡Besotoneeesssss!! ¡¡Giganteeeeessssss!!
Me encanta llebnarte de amor. Esa es muy buena señal. Eso es que mis letras te llegan.
EliminarUn besillo gigante.
¡Preeeeecioso relato!
ResponderEliminarY mira que las historias románticas no son mi fuerte. Pero me ha encantado.
Besos de esos
Ayyy pues más me gusta que te haya gustado. Los besos es que les gustan a todo el mundo.
EliminarUno de mis besillo.
Estupendo María, una deliciosa descripción y espléndido ese paso de narrar en tiempo pasado a presente. Encantador relato. Cuantas veces en la vida, quizás en esa misma situación o en otra similar, habremos tenido el impulso de besar a alguien y no nos hemos atrevido por miedo a la reacción. Y ¿quién dice que no fuese posible la que tú nos narras? Muchas veces, una mirada lo dice todo y, a fin de cuentas, la gloria nunca fue de los cobardes.
ResponderEliminarPor cierto, una duda que te planteo a ti como mujer desde mi ignorancia masculina (lo he leído muchas veces, en relatos tuyos y en otros, hasta que me ha llamado la atención): lo de morderse ligeramente el labio inferior… ¿es una de esas “señales” de la comunicación no verbal? (aquí pon icono de carita pícara)
Besos
Jajajaja, pues mientras te leía la pregunta me he mordido el labio inferior. A mí personalmente me encanta ese gesto, sobre todo cuando lo veo en las películas, que es cuando me di cuenta de que yo lo hacía. También es un recurso muy utilizado en las novelas románticas.
EliminarNo sé si será alguna señal qu signifique algo. Ni siquiera me doy cuenta de cuando lo hago, jajaja.
UN besillo.
¡Cómo cuesta dar el primer paso!. Y si sale bien, ¡Cómo te arrepientes de no haberlo dado antes!. Fetén, María. Bsos
ResponderEliminarSi, esos miedos, esa incertidumbre nos hace perdernos oportunidade, aunque en este caso, auque tarde al final se ha lanzado.
EliminarUn besillo.
Me ha encantado María, es un relato fantástico para conmemorar ese día tan especial ; )
ResponderEliminarMuchas gracias. Celebrar el día del beso con besos.
EliminarUn besillo.
Ainssss qué bonito, María, una historia de ésas por las que todas las chicas hemos suspirado alguna vez. Qué malas pasadas juega a veces la timidez; menos mal que en esta ocasión todo salió bien gracias al día del beso :)) ¡Me ha encantado!
ResponderEliminarBesillos y feliz finde.
Pues si, malas pasadas, Con lo tímida que he sido siempre, ni te cuento.
EliminarPero pronto encontré al que me llenaría de besos para el resto de mis días, así ue estoy súper contenta de tener todos los tipos de besos a mi alcance.
Un besillo.
Un bello relato de amor con final feliz. Mira por dónde creía que lo del beso iba a resultar un sueño del que el joven despertaría frustrado. Tanta indecisión se me antojaba un camino hacia el fracaso. Pero no. Claro, era el día del beso.
ResponderEliminarUn beso (aunque haya pasado el día)
La verdad es que hay historias que terminan bien. Los escritores somos muy malos y nos encanta hacer sufrir a nuestros personajes. Esta vez el mío tuvo su recompensa.
EliminarUn besillo.
Un día del beso y un encuentro muy deseado. Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias. Los besos son muy especiales.
EliminarUn besillo.