Abro
los ojos en la oscuridad de mis persianas bajadas. La habitación huele a
cerrado, pero yo solo puedo percibir el pestilente aliento de mi boca. Un
recuerdo me inunda la cabeza de nuevo, y cierro los ojos como si de un disparo
se tratara. Intento contener las lágrimas que luchan por salir apretando los
párpados con tanta fuerza que duelen.
Pero el
dolor no es tan fuerte como el que me taladra la cabeza. Me giro dentro del
edredón y la escondo como si fuera un avestruz, como si el edredón pudiera
salvarme de cualquier peligro.
Saco la
mano en busca de mi móvil, no lo encuentro y tiro varias cosas de la mesita de
noche. No sé qué son, me da igual. Sigo palpando hasta que lo encuentro y lo
meto en mi refugio. Apagado, sin batería.
No sé
en qué momento se apagó, no sé en qué día estoy, ni qué hora es. Saco los ojos
de mi edredón, mi curiosidad ha podido más que mi dolor, quiero saber si es de
día o de noche. Nada, bajé tanto las persianas que no sabría decir que hora es.
Me
vuelvo a mi guarida, y me quedo ahí, con los ojos abiertos en mi oscuridad
programada. Las lágrimas empapan las sábanas ya secas de sus predecesoras. Ni
siquiera tengo que esforzarme, salen solas, a borbotones, acordándome de la
última vez que él durmió en ellas.
Deberían
conservar su olor, pero ya no lo hacen, demasiado tiempo sin sentirlo,
demasiado tiempo sin su peso sobre ellas.
Golpes
de nuevo en la puerta de mi casa. Debe de ser de día. ¿Por qué no tocan al
timbre? ¡Ah sí! Lo desconecté. Oigo gritos ahogados a través de ella, pero no
sé lo que dicen, me da igual. Sigo dentro de mi sitio a salvo, de mi lugar
eterno, de mi momento nuestro.
Cierro
los ojos y recuerdo aquel día que nos pasamos en la cama, comiendo restos de la
nevera, viendo El señor de los anillos
de principio a fin. En aquella cama, entre aquellas sábanas, en aquel edredón. O
el día que discutimos simplemente por quien haría la cama, y estuvimos una
semana entera durmiendo entre sábanas liadas, hasta que acabamos haciéndola juntos
entre risas.
Momentos
de amor, de pasión, en aquella cama, momentos que ya no se repetirán, ya no
volverán, él se ha ido y no va a volver. Me dejó, cumplió esa promesa entre
anillos, esas palabras eternas. “Hasta que la muerte nos separe”. Y la muy
zorra vino para llevárselo, me lo quitó, me dejó sin él antes de tiempo. La
envidia le corroía, no soportaba nuestro amor, y se lo llevó.
La ira
me recorre el cuerpo como un latigazo, y con llantos desgarrados, entre gritos
ahogados, arranco las sábanas, todo cae al suelo, empiezo a patear el colchón
hasta que cae del somier. Me tiro al suelo agotada por el esfuerzo, y lloro,
pero unas fuerzas renovadas me hacen levantarme e ir a la cocina. Cojo del
cajón un cuchillo bien grande y vuelvo al cuarto. Esto se acaba aquí.
Con
todas mis fuerzas empiezo a apuñalar el colchón, que sangra con las heridas que
le voy creando, con saña, con fuerza, con todo el ímpetu del que soy capaz.
Y
mientras sigo entre gritos, no oigo como están taladrando la cerradura de mi
puerta. No oigo a mi hermana entrar. No le veo la cara mientras me agarra por
detrás e intenta que pare. Y así las dos, abrazadas, lloramos, ella por mí y yo
por perder al amor de mi vida.
Hola.no hay nada peor que perder el amor de nuestra vida. Es un dolor insoportable y una pérdida tan injusta. Me encanta el símil que haces de la muerte como otra mujer que por envidia te lo arrebató de tu lado... Un gran relato y con unos sentimientos muy reales. Seguimos en contacto
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado.
EliminarNunca me ha pasado, y tocaremso madera, pero debe de ser angustioso.
Un besillo.
Completamente desgarrador, María. Has transmitido a la perfección los sentimientos de la protagonista, yo ya tenía el corazón en un puño con los últimos renglones. Duro pero muy bien escrito, ¡¡te has superado a tí misma!! Enhorabuena :)
ResponderEliminarBesitos de jueves.
Muchas gracias guapa. Pues ya ni te cuento como escribí este relato, pero se asemeja un poco a cuando estuve hablando contigo. Parece que las distracciones me centran, jajaja.
EliminarUn besillo.
Un relato que abre heridas desgarros. estupendo para no haberlo vivido en primera persona. Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias, me alegro de que te haya gustado.
EliminarA veces cuando vives las cosas las describes mejor. Otras, salen cosas como esta, jejeje.
Un besillo.
Uuuufff, me has encogido el corazón, te superas día a dia
ResponderEliminarAyyy mi princess. Mi fan incondicional desde que tengo uso de razón. Siento habertelo encogido un poco más. Te prometo que lo próximo que escriba será feliz.
EliminarUn besillo.
Que buen relato María, se me ha encogido el corazón y he sentido la tristeza de esa mujer, me he emocionado. Perder el amor de tu vida, tiene que ser durísimo!!
ResponderEliminarBesin :)
Muchas gracias. la verdad es que me estoy sintiendo genial por haberos hecho sentir mal. ¿Seré mala persona? ayyy, es que me encanta que mis letras se sientan tanto.
EliminarUn besillo.
El dolor ante la perdida de lo más amado es algo inasumible y difícil de superar. El tiempo de duelo personal no tiene fecha de caducidad, siempre está latente y al acecho detrás de las lágrimas.
ResponderEliminarUn sentido relato.
Besos
Sí, cualquier perdida de un ser amado es muy difícil. Nunca se agota, siempre está ahí, aunque el tiempo lo mitigue.
EliminarUn besillo.
Qué angustia tan tremenda has transmitido con este relato. Me he quedado sin palabras.
ResponderEliminarUn beso.
Muchas gracias Rosa.
EliminarDejaros sin palabras es todo un placer. Eso me deja a mi sin palabras. Y me dice que he hecho un buen trabajo.
Un besillo.
El relato es un crescendo de sensaciones, te transporta de la pena a la angustia, creando un desgarro. Un torbrllino de sentimientos que te desploma en su magnífica toma final. Un micro con una enorme carga emocional admirable. Me ha encantado, María.
ResponderEliminar¡Abrazo, Hermana de Letras! ;)
Muchas gracias. Siempre tan generoso en tus argumentos. Sí algún día necesito escribir la contraportada de mi libro te lo mandaré a ti. Jejeje.
EliminarGracias Hermano de Letras.
La primera fase de todo duelo es la no aceptación, la rabia y la desesperación. Afortunadamente, el tiempo hace su trabajo pero puede ser que el dolor y el resentimiento tarden mucho en desaparecer.
ResponderEliminarUn relato muy bien logrado, desarrollado con una naturalidad y realismo muy elocuente.
Para desdramatizar un poco la situación, añadiría que al cabo de no mucho tiempo, la infeliz protagonista se consolará, sentada en la cocina, atiborrándose de helado de chocolate mezclado con alguna lágrima rebelde.
Un placer leerte.
Ayyy seguro que si, aunque si es como yo que no me gusta, a lo mejor prefiere el helado de plátano. Jejeje.
EliminarMuchas gracias.
Un besillo.
Es desgarrador, María, un relato que te atrapa desde el principio por la intensidad de los sentimientos que describes. Me alegra que no te haya ocurrido a ti, y me sorprende que no haya sido así por lo bien descrito que está, me ha encantado.
ResponderEliminarUn beso enorme
Muchas gracias. Se ve que se me da bien escribir sobre tristeza, no sé porque...
EliminarMi madre siempre me decía que era la Dama de las Camelias, supongo que algo de eso tendré.
Un besillo.
Es tan intenso el relato, tanto, que me resulta inevitable no vestirme con la piel de tu protagonista. Horrible. Angustioso. Has conseguido hacer su dolor tangible. Enhorabuena. Besos!
ResponderEliminarMuchas gracias Eva, es un gran piropo el que me acabas de mandar.
EliminarHacer un dolor tangible es difícil, y el haberlo conseguido me hace feliz.
Gracias.
Buenísimo María, me ha encantado. Tiene una fuerza tremenda. Momentos duros genialmente relatados y que no se alejan en ningún momento de la realidad. Por desgracia, he visto alguna situación así, y puedo decirte que tu texto lo refleja a la perfección con gran maestría. Te felicito
ResponderEliminarBesos
Me alegro de que te haya gustado. Y me alegro aún más de saber que lo he escrito y que se asemeja a la realidad. Aunque es una pena vivencias como esas.
EliminarUn besillo.