Amor,
mi princesa, mi duende, mi niña bonita. Tú que ocupas casi el cien por cien de
mis pensamientos. Tú que llenas mi cabeza de pájaros, de ideas, de purpurina y
nubes de algodón.
Esa
niña feliz que salta y corre, esa niña que ríe con cada soplo de aire fresco.
La niña de mis ojos, a la que intento capturar con cada disparo de flash.
Ahora
tus ojos han cambiado, ahora no tienen esa luz que antes brillaba sin parar.
Ahora están apagados, serios, sin ilusión. Se fue, y no sé dónde.
Ya no
tienes ganas de desafíos, no quieres peleas, todo te da igual, y yo intento
retarte, ponerte algún que otro duelo para que me contestes como hacías antes,
pero solo me dices: “Sí, mamá”. Y a mí se me viene el mundo encima. Sé que algo
te pasa, que algo entra en tu cabeza que no te deja vivir. Pero me quedo con
esa impotencia de no saber cómo ayudarte, de no tener ni idea de cómo llegar
hasta tu alma, esa que me has escondido, la que has guardado en el rincón más
oscuro de tu corazón.
Y aquí
estoy esperando a que salgas del colegio para preguntarte una vez más como te
ha ido, y tú mientras arrastras la cartera llena de losas invisibles me sonríes
y me dices el ya esperado “bien”.
Y
decido hablar contigo sin sacar ni una palabra de ti, sin que me digas
realmente lo que te pasa, y te veo sentada delante del televisor como una zombi
con tu oso en una mano y el dedo en la boca. Sin mirar a nadie más, sin hablar
con nadie. Y te dejo tu espacio, porque no quiero agobiarte. Porque cuando te pregunté
y te grité desesperada, tú mantuviste la calma y me dijiste que no te pasaba
nada.
Te
habías puesto una coraza de hierro, y no permitías que nadie entrara. Hablé con
tu profesora, que me decía que eras una niña muy aplicada y lo hacías todo muy
bien. Qué me decía que en el recreo jugabas con los niños como los demás. Pero
yo sabía que no estabas como los demás, que algo te pasaba, que tu mundo había
cambiado y no querías que nadie entrara en él.
Y
mientras te escribo estas letras, veo que vienes por el pasillo. Tus ojos están
inundados en lágrimas, tu dedo en la boca, y tu oso en la mano. Te acercas a
mí, despacio, llorando en silencio. Y me abrazas, y tu coraza cae, poco a poco.
Yo noto como esos lamentos se hacen cada vez más fuertes, y como te liberas de
toda esa carga que no debería aguantar una niña tan pequeña. Y te abrazo, y
quedamos las dos unidas en ese eterno momento. Y te beso mientras me agarras
con fuerza. Mi ser se desploma contigo, y las dos somos una.
ME ENCANTA MARI ES MUY BONITO MANDARE A GENTE QUE TE AGREGE Y LO LEA PORQUE ES PRECIOSO ME GUSTA UN CORDIAL SALUDO : QUIQUE
ResponderEliminarMuchas gracias. Me alegro de que te haya gustado tanto. Sois bienvenidos cuando queráis.
EliminarUn abrazo.
Los hijos, son personas, como nosotros, sólo que más indefensos ante las adversidades.
ResponderEliminarNosotros nos ponemos nuestras pesadas armaduras que nos acorazan contra el dolor del exterior; nos hacen casi insensibles. Pero a ellos las armaduras les vienen grandes y se agobian dentro, evaluando si el dolor se quedó afuera o dentro. Al final deciden que la carne y la sangre son más cálidas y vuelven con el abrazo, a liberarse con su llanto y limpiar su pesadumbre con las lágrimas.
Los padres estamos siempre a la espera...
Gracias por esponjar nuestras almas con tus historias.
Besos
Muchas gracias por tus palabras. Los niños son tan indefensos que sus problemas se les hacen un mundo. Nosotros estamos ahí para apoyarlos y ayudarlos en la medida que podamos.
EliminarUn besillo.
Muy tierno, María.
ResponderEliminarSí con los hijos hay que tener paciencia y estar ahí siempre. A veces creemos que nuestras palabras caen en saco vacío pero no es así, antes o después nuestros esfuerzos son recompensados.
Si que es verdad. A veces no nos damos cuenta del poder que tenemos.
EliminarUn besillo.
...la piel se heriza leyendolo ...
ResponderEliminarMuchas gracias.
EliminarMe alegro de que te haya gustado.
Un besillo.
Ufffff, siempre me dio tanto miedo que algo así les pasara a los míos y yo sin enterarme, menos mal que tuvimos suerte. Qué duro es ser padre pero hay que estar atentos.
ResponderEliminarUn besito y me ha gustado mucho.
Si es que da un miedo horroroso. aún mis hijas son pequeñas, pero solo de imaginarmelo me da un no sé que...
EliminarUn besillo.
Maria los padres notamos cuando los hijos vienen con problemas a casa y si te lo cuentan se desahogan, pero si se callan hay que intentar que lo cuenten para liberar sus penas. un abrazo
ResponderEliminarLa verdad es que lo sabes, pero hay veces que los niños se cierran en banda y no quieren contar lo que les pasa.
EliminarUn besillo.
Vaya relato Marca, se me ha puesto la carne de gallina. Y con todo lo que vemos con los niños y el colegio, siempre estas espectante y deseando que nada malo les suceda a nuestros propios pequeños. Un fuerte abrazo :)
ResponderEliminarLa verdad es que sí, solo nos queda educarlos lo mejor que podamos y darles herramientas para que sepan luchar en la vida.
EliminarUn besillo.
Precioso, María. Qué angustia se siente cuando ves sufrir a los hijos. Afortunadamente, el mío siempre fue de contarlo todo (a veces más de la cuenta), pero me gusta mucho porque, aparte de saber siempre lo que le pasa y sufrirlo, pero al menos sabiendo lo que es, demuestra mucha confianza.
ResponderEliminarUn beso.
Jejeje, me imagino a tu niño contándote cosas y tú por dentro pensando, esto no era necesario que yo lo supiera, jejeje.
EliminarUn besillo.
Sólo decirte que se me han saltado las lágrimas, y que si no llega a ser porque estoy en la oficina, estaría llorando desconsoladamente.
ResponderEliminarGracias por este ratito de emoción
Pues me alegro de que estes en la oficina, así no te resulta tan doloroso.
EliminarUn besillo.
Creo que has expresado a la perfección la angustia que nos atenaza a los padres cuando sospechamos que nuestros hijos están sufriendo. Es duro ver cómo todo nuestro amor no les evita padecer los sinsabores de la vida; al menos con nuestro incondicional apoyo les podemos ayudar a superar los problemas.
ResponderEliminarUn abrazo
La verdad es que sí, pero como ellos, nosotros también hemos sufrido, y aunque nos duela tenemos que dejarlos que aprendan de ese dolor.
EliminarUn besillo.
Ay, María, qué mal lo pasáis los padres a veces... Yo no soy mamá, pero lo que has descrito, podría haberlo contado la mía... y yo podría ser esa niña de la que hablas... es precioso tu texto, conmovedor.
ResponderEliminarUn beso enorme
Muchas gracias. La verdad es que todos hemos pasado por malas situaciones, lo importante es saber salir de ellas.
EliminarUn besillo.
La angustia de no poder descubrir qué es lo que le atormenta a un/a hijo/a debe ser terrible porque hace pensar, además, que algo terrible e inconfesable le sucede. ¿Cómo lograr liberarle de esa coraza que mantiene agarrada sin querer soltarla?
ResponderEliminarHas descrito a la perfección esa sensación de impotencia y angustia que deben sentir unos padres en esa situación.
Un abrazo.
Si la verdad es que es una mala sensación, y eso que los problemas de mis hijas ahora mismo, no son grandes. Son pequeñas, pero por ahí se empieza, a aprender a solucionar esos problemillas que les aparecen durante su vida.
EliminarUn besillo.
Qué duro para una madre ver el sufrimiento de su hija y no poder ayudarle, imagino que será el más cruel de todos los sentimientos. Me alegro de que el final de esta historia sea feliz y, aunque no nos cuentas exactamente cuál era el problema que solo intuimos, la caida de esa coraza es el principio de la solución.
ResponderEliminarMuy emotivo, María, me ha gustado mucho.
Un besillo y feliz finde!!
No cuento el problema porque ya cada uno que piense en el que quiera. Simplemente es la situación, que como me han dicho es de impotencia al verlos sufrir.
EliminarUn besillo.
pero bueno!, ¿y qué le pasaba a la cría?... esperaré la segunda parte.
ResponderEliminarMuy buen relato; conmovedor.
Un saludo
Eso os lo dejo a vuestra imagiación.
EliminarEs ficción, y como tal, el lector tiene la posibilidad de inventar.
Un abrazo.
Qué pena pasar por algo así. Supongo que es inevitable porque los niños van creciendo y los problemas, también.
ResponderEliminarPero ya sabes, lo que no mata hace más fuerte.
Me ha encantado el texto, María.
Un besote.
Claro, necesitamos problemas y penas para valorar lo bueno.
EliminarUn besillo.
Ayyyyy, no me gusta, me he puesto muy triste :(
ResponderEliminarNo te pongas triste corazón, todos pasamos por cosas malas, y seguro que esas cosas nos harán ver las cosas buenas mejor.
EliminarUn besillo.
Me ha encantado. Un sentimiento reflejado como sólo una madre puede, y con tu arte de siempre. Besos
ResponderEliminarMuchas gracias. Las madres tenemos a veces un sexto sentido, jejeje.
EliminarUn besillo.