Me
senté en aquel tranco a esperarlos a todos. Pensé que era la mejor manera. Así
no tenía que recibirlos a cuenta gotas. El sol me daba en la cara y yo decidí
esperar con los ojos cerrados. Un carraspeo me hizo abrirlos.
-
Buenos días.
-
Buenos días.
- No
creo que sea el mejor sitio. Estar sentada en el frío suelo en pleno mes de
enero no te va a hacer ningún bien. Te dará un resfriado, o peor aún, una gripe
y fastidiarás a todos los de tu alrededor teniendo que cuidarte.
Asentí
con una sonrisa y volví a cerrar los ojos. La abuelilla con gorro, bufanda y
guantes se alejaba a pequeños pasos mientras murmuraba para sí.
Un
ruido de ruedecitas me hizo abrir los ojos. Una mamá con un carrito de bebé se
acercaba a mí totalmente decidida. No podía ver al bebé porque estaba cubierto
de mantas.
- Tu
niña ya es mayor, no es necesario que le des el pecho. No sabes lo mal que
queda que una niña que ya corre se enganche al pecho de su madre. Es
antinatural. Existen leches súper preparadas que ya sustituyen perfectamente a
la leche materna, y no es necesario que des ese espectáculo.
Volví a
asentir.
Detrás
de ella, sigilosamente había otra mujer con un niño de la mano.
- No
deberías coger a tu bebé en brazos, se va a acostumbrar y luego va a ser peor.
El bebé debe entender que lo mejor es estar en su cuna calentito en vez de en
los brazos de su madre. Lo sobreproteges y no le dejas ser independiente.
Mi bebé
de dos meses me sonreía y me cogía mis dedos con sus pequeñas manitas. Sonreí a
la mujer que se alejaba con evidentes signos de reprobación.
Un
hombre se acercaba corriendo con sus zapatillas de deporte y su ropa deportiva
conjuntada.
- Tienes
que hacer ejercicio, moverte, no puedes estar todo el día sentada en un tranco.
Lo mínimo son dos horas diarias. Si no tienes tiempo, lo sacas, cuando acuestes
a tus niños, te vas un ratito al gimnasio, que hay muchos que abren hasta las
doce de la noche. Es malísimo para tu salud estar todo el día sin hacer nada.
Todavía
tenía que encontrar el tiempo para poder sentarme cinco minutos seguidos, pero
sonreí a aquel hombre que se alejaba haciendo marcha.
Volví a
cerrar los ojos, apoyé las manos en el suelo y eché la cabeza un poquito hacia
atrás, dando la bienvenida a los rayos de sol que tanto me estaban
reconfortando. Algo me lo tapó. Un hombre me miraba inquisitivo.
- No
puedes comer tanta carne, es más, la carne es mala para la salud, está
demostrado, y ya que nos ponemos tampoco debes tomar leche, y el pescado azul
tampoco es tan bueno como dicen. Los dulces hazlos caseros, pero no les eches
leche normal, hazlos con leche de soja. No se te ocurra comer golosinas, y
mucho menos se las des a tu hija. El azúcar te colapsa el cerebro y dejas de
ser tú. Lo mejor es que te alimentes de semillas, verduras y frutas, todo lo
demás te matará.
Respiré
hondo y le hice un movimiento con la mano para que no me tapara el sol,
mientras sonreía. El hombre se fue un poco enfadado.
Seguí allí
esperando al siguiente, pero parecía que ya habían acabado. O eso creía yo. Una
voz se metió en mi cabeza.
“Soy
Dios y tienes que creer en mí. No puedes no tener fe en nada. Eso es
antinatural. Yo os cree y no puedes negarme. ¿Quién te acogerá cuando te mueras?
¿Quién te quiere a pesar de todos tus pecados?”
Sacudí
la cabeza ligeramente y la voz se fue, dejándome ahí frente a una niña de unos
diez años.
- Hola.
- Hola.
-
¿Quieres jugar conmigo?
- Vale.
¿A qué quieres jugar?
La niña
me señaló una rayuela en el suelo, y durante un rato estuvimos saltando y
jugando. La niña se fue contenta en busca de su próximo amigo con quien jugar.
Yo la observaba mientras se iba, y pensé que juzgar no es algo innato.
Mientras
la miraba, alguien me miraba a mí. Una fila de personas se acercaba a mí.
-
Tienes que arreglarte más. – me dijo una mujer sin rostro.
-
Aprende más platos de cocina, no tienes variedad.
- No te
rías tan fuerte que molestas a la gente.
- Lee
al mínimo dos libros al mes.
-
Recicla.
-
Tienes que trabajar para realizarte como mujer, tus antepasadas lucharon mucho
para que tú estés criando a tus hijos. Da igual si tienes que pagar a alguien
para que los cuiden, pero por lo menos tú serás una gran mujer.
La
gente se fue alejando y yo me quedé en aquel tranco. Me levanté y me puse a
caminar con los brazos en cruz, recibiendo aquella luz del sol que tan bien me
hacía sentir.
Bien por tu protagonista María seguro que esos rayos de sol y ese caminar como le daba la gana, la llenan de energía.
ResponderEliminarSiempre me he preguntado por qué a la gente le gusta tanto dar consejos que no se piden, ni opiniones que no importan, pero es así...eso sí, me encanta la respuesta de la protagonista sin hacer ningún caso, excepto a la niñita, para jugar.
Saludos
Eso es lo que deberíamos hacer todos, porque es verdad que todo el mundo intenta convencer a los demás de sus propias posturas. Lo mejor es el respeto y que cada uno haga lo que quiera.
EliminarUn besillo.
Jejeje como me suena todo. Me quedo con los ratitos de sol :) Un abrazo!
ResponderEliminarParece que es algo que se extiende.
EliminarYo también me quedo con los rayitos de sol.
Un besillo.
Muy bueno María, un relato reflexivo.
ResponderEliminarCreemos saber más que otros e intentamos inculcar erróneamente nuestro ideal sobre otros, si yo no como carne tú tampoco debes, si yo trabajo tú también debes hacerlo... en fin que no vivimos ni dejamos vivir.
Me has hecho sonreír con lo bonito que es disfrutar y que manía en complicarlo todo, :)
Besos!!!
La verdad es que sí, tenemos la manía de complicarlo todo. Lo bonito está en la diversidad, es un rollo que no la dejemos a sus anchas.
EliminarUn besillo.
Una fábula con una moraleja muy clara. La de tu protagonista, que simplemente escucha tantos consejos de toda esa fauna humana que se presenta ante ella mientras se deja acariciar por el sol, pero sólo acepta moverse cuando una niña se presenta ante ella únicamente para jugar, para compartir. A veces estamos muy hartos de que todo el mundo nos diga lo que está bien y lo que está mal, lo que hemos y no hemos de hacer cuando lo único que necesitamos es la luz del sol y alguien con quién compartir un momento.
ResponderEliminarMuy buen relato
Besos
Buena reflexión la tuya sobre mi texto. Muy acertada por cierto.
EliminarMuchas gracias.
Un besillo.