Abandonan,
primero uno y luego el otro, la habitación del hotel. No quieren ser vistos
juntos. Cualquiera diría que los gritos y gemidos que salían de aquella morada,
eran de dos octogenarios.
Después de años sin
hablarse, después de sus últimos días como pareja tirándose la vajilla a la
cabeza, decidieron separarse. Treinta y cuatro años más tarde se reconocieron
en un café y la chispa volvió a surgir. Ahora se ven a escondidas de sus hijos
como dos adolescentes en celo.
Me has hecho sonreír... Al amor no hay quien lo entienda, pero sí que es cierto que sin esa llama se va consumiendo hasta morir. Aunque en este caso no estaba muerto, solo estaba la vela apagada! Jejeje ;)
ResponderEliminarBuen micro, María!
Besitos!!
Sí apagada, pero no hay nada como un buen fuego para volver a encenderla.
EliminarMe encanta haberte hecho sonreír.
Un besillo.
Jajajaja. Me ha encantado, oye.
ResponderEliminarBesico grande.
Me alegro.
EliminarUn besillo.
Genial, con su toquecillo de morbo (al menos para mi) y de romanticismo. Tan breve y tan bien expresado... qué gusto leerte, María.
ResponderEliminarBesos
Muchas gracias, con que buenos ojos me lees siempre.
EliminarUn besillo.
La llama del amor se reavivó con más fuerza y ganas, será verdad que para disfrutar del amor, la edad no cuenta.
ResponderEliminarjajajajaaj Qué bueno María, un corto relato que de mucho para pensar.
Genial!
Un abrazo.
Por supuesto que la edad no tiene nada que ver, jajaja. Cada edad tiene lo suyo.
EliminarUn besillo.
Qué bonito, María!! Me parece muy bien que estas dos personas aprovecharan su segunda oportunidad. No solo a esas edades, sino siempre, hay que tomar lo que la vida nos pone en el camino como un regalo. Es muy tierno que tuvieran que esconderse de sus hijos, ji, ji.
ResponderEliminarUn beso grande!!
La verdad es que primero nos escondemos de nuestros padres, y después de nuestros hijos.
EliminarUn besillo.
Es un reencuentro curioso, pero seguro que se dan casos así, tantos años separados, tras una relación insana, para, llegada la vejez, volverse a rejuntar furtivamente y dar rienda suelta a su recientemente renovada pasión. Un micro estupendo, una larga historia de amor en unas pocas palabras.
ResponderEliminar¡Abrazo, Hermana de Letras! ;)
A veces nos metemos en relaciones que podrían llegar a buen término, pero que no lo hacen. Por supuesto, tenemos el tiempo para que nos ayude.
EliminarUn besillo.
Vaya! Quizá deba poner en práctica ese sistema, a ver si de este modo volvemos (mi mujer y yo, claro) a perder la cabeza y a explosionar de pasión, jaja
ResponderEliminarBromas aparte, me ha gustado mucho este brevísimo relato de amor y pasión recuperada.
Un abrazo.
Jajajaja pues ya sabes, alá que nunca es tarde. La cosa es proponérselo.
EliminarBromas aparte, muchas gracias, me alegro de que te haya gustado.
Un besillo.
Ains, qué bonito, a hurtadillas como adolescentes, jiji =)
ResponderEliminarUn besazo.
Siii la vida es un ciclo constante, siempre volvemos al principio.
EliminarUn besillo.
es un relato corto pero me ha emocionado ,,que bonito a cualkier edad el amor
ResponderEliminarEl amor siempre tiene que esta ah´, nos hace la vida mucho más dulce.
EliminarUn besillo.
Que bonito, sobre todo saber que se ven a escondidas de sus hijos. Es como un amor furtivo, de esos que aportan emoción a la relación y algo de morbo, no lo podemos negar. Me ha emocionado, encantado. Una buena forma de contar tanto en tan pocas palabras. Enhorabuena.
ResponderEliminarSaludos.
Muchas gracias. La verdad es que eso de hacerlo a escondidas le da un toque más especial. Seguro que así lo disfrutan más.
EliminarUn besillo.
Bribonzuelos. Ains. ; )
ResponderEliminarUn beso, María. : )
La verdad es que sí, jejeje.
EliminarUn besillo.
Que bueno, je... Nunca es tarde si la dicha es buena.
ResponderEliminarBesos
Claro que no, y mucho menos para utilizar las habitaciones de hotel.
EliminarUn besillo.